Don Antoni era un vecino de Palma muy querido que falleció en 2020, a la edad de 76 años. Pero, cosas de la burocracia, el Ajuntament de Palma lo resucitó administrativamente hablando y lo multó por una infracción al volante cometida después de muerto. Todo un milagro, vamos. El difunto falleció el 27 de abril de ese año y un tiempo después su familia recibió con incredulidad una multa para don Antoni. Que supuestamente había sido captado al volante cuando ya había fallecido. Y encima olvidándose de poner el ticket de la ORA, despiste comprensible porque estando muerto debes tener otras preocupaciones. La sanción era mínima, de 30 euros, pero el anciano que volvió del otro mundo ya entraba en los implacables listados de morosos municipales. Si la muerte del señor no era suficiente para exculparlo, su coche llevaba un tiempo en el taller, inoperativo, así que ni uno ni otro podían estar donde sostenía la multa. A menos que viajaran en el tiempo, que también puede ser. Como en la película Regreso al futuro. Aunque don Antoni tenía un Lancia azul, no un Delorean gris como Marty McFly. La familia, como es lógico, presentó un recurso para explicar el enredo y Cort, finalmente, reconoció el error y les solicitó un número de cuenta para devolver el dinero que les habían cobrado. Pero el asunto no acaba aquí. Ahora, cuatro años después, han remitido una carta al hijo de don Antoni advirtiendo que habían calculado mal los intereses y que, en realidad, es él el que les debe 1,19 euros. Y que si no paga, lo cobrarán «por la vía del constreñimiento». Lo que se dice un embargo llegado del más allá.
La multa celestial
Javier Jiménez | Palma |