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El cupo no cabe

| Palma |

Conseguida la mal llamada ley de amnistía, el independentismo catalán ha tardado 24 horas en subir la apuesta y reclamar la plena soberanía fiscal de Cataluña. El resto de comunidades, incluyendo Balears y la Valenciana, se la traen al pairo, por más que los soberanistas del Principat -y sus monaguillos locales- sean tan amigos de esa retórica vacía de los Països Catalans. Eso sí, solo cuando les conviene.

Obviamente, si de repartir dinero se trata, el independentismo catalán se vuelve exclusivista, los demás no existimos. ‘Ellos' tienen el derecho inalienable a tener una financiación diferenciada del resto porque son intrínsecamente especiales y llevan trescientos años sufriendo en solitario la injusticia centralista española. Tururú. Los males estructurales del Estado los padecemos todos los ciudadanos, de una u otra forma, sea cual sea nuestro Rh, origen, apellidos o lugar de residencia.

La realidad, sin embargo, es que algunos de los argumentos de los que hacen uso los independentistas para reclamar el concierto económico son certeros. Algunas comunidades pagamos mucho y recibimos del Estado mucho menos, descontada, como es lógico, nuestra aportación a la cuota solidaria. Otras, incomprensiblemente, gozan de un privilegio de origen que no soporta el más mínimo análisis en busca de una justificación razonable.

Que Navarra y País Vasco tengan privilegios financieros es, sencillamente, una injusticia histórica para el resto de los ciudadanos españoles, que se funda en supuestos derechos forales en el primer caso -como si Navarra continuara siendo un reino independiente-, y en el intento de privar de pretextos al nacionalismo violento vasco -por decirlo finamente-, en el segundo. Guste poco o mucho a los agraciados por este esquema, esa es la pura realidad.

El ‘café para todos' del ministro Clavero Arévalo nunca fue tal. Era solo un ‘café para los demás', en tanto que vascos y navarros consolidaban una asimetría insostenible a largo plazo y frontalmente opuesta a la idea de federalismo que tanto gusta al PSOE.

Y, de ese café supuestamente general de 1977 se ha pasado al café largo que quieren para sí los dirigentes catalanes, en tanto los demás tenemos que conformarnos con un ristretto descafeinado con agua del grifo.

Que el sistema de financiación autonómica es desastroso -por más que Armengol cacareara las bondades de nuestro nunca nato REB- resulta indiscutible. Que, entre todos, habrá que afrontar ese debate tarde o temprano, también.

Pero que la pretensión de Aragonès no es, en ningún caso, mejorar la financiación autonómica, sino avanzar paso a paso en el proceso independentista, controlando la totalidad de impuestos que pagan los ciudadanos catalanes para así facilitar la proyectada desconexión del resto de España es aún más evidente. No nos engañemos, a ERC y Junts la autonomía sólo les interesa como mecanismo para alcanzar la creación de su estadito. I prou.

El cupo no cabe por la sencilla razón que el Estado no podría sostener diecisiete sistemas de concierto en iguales condiciones. Si todas las comunidades retuvieran la misma cuota de recursos que el País Vasco, España quebraría. Es una máxima tradicional de la izquierda la de que «para que haya ricos, tiene que haber pobres». Pues eso.

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