Un grupo de dirigentes de UM ha decidido resucitar Unió Mallorquina, una formación política que fue clave durante los primeros años de autonomía y que tuvo que ser disuelta bruscamente antes de las elecciones de 2011 cuando dos fiscales ‘valientes', Horrach y Subirán, impusieron una fianza de responsabilidad civil de 1,6 millones a la cúpula del partido dentro de la ‘operación Picnic'.
En marzo de 2011, y ante la amenaza de una fianza que no se podía pagar, UM se disolvió y se convirtió en Convergència per les Illes Balears para romper con el pasado, decían sus dirigentes en ese momento. Recordemos también que esa fianza estuvo avalada por un juez sustituto con aspiraciones a ser también ‘juez estrella' y que posteriormente fue expulsado por el Consejo General del Poder Judicial por su temeridad en la instrucción de los casos que llegaron a sus manos.
También es preciso recordar que aquel ‘caso Picnic', el escándalo de los escándalos, fue archivado cinco años después porque no se pudo acreditar ninguna de las acusaciones de los fiscales ‘estrella' en uno de los muchos asuntos que provocaron mucho ruido y que acabaron en la nada más absoluta. Se puede decir, por lo tanto, que la disolución de UM partió de una decisión judicial arbitraria e injusta por el afán de protagonismo de personajes que hoy no viven, ni mucho menos, sus mejores momentos. Y es también una evidencia que si los partidos políticos tuviesen que disolverse por los casos judiciales, ni PSOE ni PP existirían desde hace muchos años, pero esto nadie se lo plantea.
Dicho esto, no parece que presentarse a las elecciones de 2019 bajo las siglas de Unió Mallorquina sea una buena idea desde el punto de vista del marketing político. Los impulsores de esta iniciativa, muchos de ellos también perseguidos injustamente por fiscales y algún juez, deben saber que hoy por hoy las siglas son muy importantes en unas elecciones. Les honra la añoranza por defender una ideología que supuestamente heredó el PI, pero tampoco se entendería ahora mismo un partido que actuase de ‘bisagra' y que aprovechase cada circunstancia electoral para un beneficio partidista. Y la nostalgia en política suele tener muy poco recorrido.