Ya no se abren los telediarios con la guerra ruso-ucraniana, ni con la nigeriana, ni la de Biafra ni tantas otras. Ahora es el turno de la de Hamás contra Israel, en el conflictivo Oriente medio. La guerra no tiene perdón ni de Dios ni de los hombres. Es un absurdo en un mundo que se llama a sí mismo civilizado. Aunque, jurídicamente, puede ser justa, según la teoría tomista y las normas del derecho internacional. No pudiendo haber, sin embargo, hecho más desolador que ver como gente corriente debe vivirla, impotentes de evitarla y viendo como en unos minutos lo que fueron ilusiones de toda una vida se convierten en escombros.
Una gran novedad de las guerras contemporáneas es que nos las muestran por televisión. Mas, aunque parezca que se nos muestran muchas cosas en realidad no es así. Se nos muestran muchas veces lo que se quiere que veamos y se nos oculta lo que no interesa que sepamos. Alguien decide por nosotros lo que podemos y lo que no podemos ver.
De lo más anecdótico y significativo, pasado un tiempo, se realizan películas para que podamos aprender lo que no aprendimos de la realidad. En 2005 se estrenó la película dirigida por Cristian Carion Feliz Navidad y tres años más tarde, en la localidad francesa de Frelinghien, en la frontera con Bélgica, donde ocurrieron los hechos, se erigió un discreto monumento a la tregua de Navidad de 1914. Casi cien años más tarde. Entre los actos conmemorativos se jugó un partido de fútbol entre fusileros galeses y alemanes, que ganaron estos. Celebrando lo ocurrido allí la Navidad de 1914, que no fue sino una noche de paz durante la guerra; pues los soldados de ambos bandos pasaron la Nochebuena confraternizando. Cantaron villancicos con música de acordeón y se intercambiaron regalos y bebida. Era buena gente que por circunstancias que les eran ajenas se veían obligados a matarse. No podían confraternizar. La noticia de lo ocurrido llegó al alto mando. ¡Confraternizar con el enemigo es delito grave! Rayano en la traición. Se depuraron responsabilidades, hubo arrestos, destituciones y amenazas de Consejo de guerra. Se confiscaron fotos, aunque algunas llegaron a la prensa.
En las sucesivas Navidades el Alto Mando de cada bando se ocupó de evitar los conatos de confraternización con el enemigo. No pueden repetirse hechos semejantes a los ocurridos durante la primera Navidad de la que se llamó la Gran Guerra. Parece que se ha conseguido.