El periodista Albert Salas es el nuevo director general de IB3. Ha sido elegido con más apoyo del que necesitaba. Su nombramiento fue una cuadratura del círculo; una cuadratura que ahora le permite contar con el respaldo de grupos políticos de ideologías distintas y distantes. Tengo la impresión de que su elección es el primer gran acierto de esta legislatura.
Hace unos meses, en esta columna, proponía que el nuevo director general del grupo de medios de comunicación de titularidad pública balear tenía que cumplir tres requisitos: 1) Ser o estar titulado en Periodismo o en Comunicación Audiovisual. 2) Tener experiencia profesional en el sector. 3) Ser nativo
balear con todo lo que ello significa. Albert Salas es de Binissalem, está licenciado en Periodismo y ha trabajado en la casa más de una década, además de ser profesor de Periodismo en el CESAG. Ahora tiene en sus manos las riendas de un ente entredicho en algunas ocasiones, cuestionado en muchas y
sentenciado en otras. De él depende que volvamos a poder ver y escuchar los informativos de la cadena y que disfrutemos de una programación enriquecedora.
El nuevo director general de la cadena autonómica tiene el perfil ideal para dar un salto y transformar IB3 en IB4. Dejando atrás las disputas ideológicas, las injerencias políticas y las exigencias parlamentarias. Alguien de la casa dijo que la supervivencia del organismo pasaba por su demolición primero y su reconstrucción después. Solo de esta manera se podía salvar la corporación pública. El nombramiento de Mar Comín al frente de la televisión es el primer paso en esta dirección.
Muchas veces buscamos afuera a los presidentes, directores y entrenadores para que nos arreglen los
problemas de adentro y nos olvidamos que los mejores gobernantes suelen ser los oriundos de la tierra.