Desde el 2002, cada 10 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo, con el fin de concienciar sobre la relevancia de la ciencia en nuestra vida cotidiana, garantizar el uso responsable de la misma en beneficio de la sociedad, y fomentar la paz y la solidaridad entre los pueblos. Se trata de una ocasión para reafirmar cada año los compromisos adquiridos en la Declaración de Budapest (1999) por los representantes de los más de 140 países y de las organizaciones científicas que, atendiendo la convocatoria de la Unesco y el Consejo Internacional de la Ciencia (ICSU), asistieron en la Conferencia Mundial sobre la Ciencia que se celebró en la capital húngara.
Ante el terrible drama de que está viviendo la sociedad civil palestina en Gaza, he recordado que fue el 10-N del 2004 cuando creó La Organización de la Ciencia Israelí-Palestina (IPSO) con el fin de fomentar la cooperación entre científicos las dos regiones en conflicto, que sirvió para aliviar la tensión y promover un dialogo racional, imparcial y transparente, imprescindible para encontrar una solución al conflicto.
Fundaron IPSO, el neurólogo sueco y Premio Nobel de Medicina (1981), Torsten Wiesel, el economista Menahem Yaari, antiguo presidente de la Academia de Ciencias y Humanidades de Israel y rector de la Open University, y Sari Nusseibeh, antiguo rector de la Open University de Al-Qud que, con sede en Amán (Jordania), opera desde 1991 en los territorios palestinos; Nusseibeh recibió, en el 2004, el Premio Internacional de Catalunya.
El Centro Transnacional del Mar Rojo que puso en marcha, en 2019, el biólogo marino Maoz Fine, profesor entonces de la Universidad Bar-Ilan, es otro ejemplo de cómo los países del Mar Rojo, con conflictos históricos, se han unido para salvar el último refugio de coral de la Tierra. La ciencia les proporciona un espacio seguro para dialogar en paz.
La celebración del 10-N de este año, se centró en la confianza en la ciencia, pues sin ella, la ciencia no puede cumplir con su importante papel en la configuración de nuestro futuro colectivo. La confianza en la ciencia impulsa el desarrollo y la aplicación de soluciones a los grandes retos del mundo actual, fortalece las decisiones políticas basadas en la ciencia, y alienta el apoyo de la sociedad a su aplicación. Para promover esta confianza se han organizado conferencias y actividades diversas vinculando a la ciencia con la paz y la seguridad.
Si con la ciencia comprendemos mejor el mundo, obtenemos soluciones para los desafíos con las que construir un futuro sostenible, y alentamos la cooperación internacional para la paz, sin duda, más científicos deberían dedicar algún tiempo de su vida a la actividad política.