Lleva un mes convertido en un héroe. Nano tiene dos trabajos y el chico hipertatuado que se rompe el espinazo publicó su testimonio en TikTok. Había conseguido llevar a su madre a un salón de uñas. Ser un pluriempleado se ha convertido en algo digno de elogio, un ejemplo a imitar, cuando debería hacer reflexionar sobre el mal funcionamiento de un sistema en el que es necesario trabajar catorce horas al día para sobrevivir. Nano encarna la clase obrera que no llega a pagar el alquiler y ni mucho menos soñar con la hipoteca. La que mira de reojo la inflación mientras le atropella la ola. Y preocupa que se haya convertido en un referente: no hay lucha contra la injusticia, sino sumisión. Una cosa que debería preocupar es que si los que están en contra de los derechos de los trabajadores alaban a Nano, mal asunto.
Un empresario ha regalado un coche al mozo en premio a su esfuerzo. Todo se retransmite por las redes sociales, «mirad qué le regalo al muchacho», dijo el dadivoso en los platós de Canal Sur, que retransmitió la entrega del presente. El coche estaba estropeado, tenía pérdidas de aceite.
Lo curioso es que no se ataca la raíz del problema: no es normal tener dos trabajos pero es cada vez más habitual. Las familias no llegan a final de mes y se asume la pobreza como una derrota. Nadie se autopercibe pobre. Aunque su familia viva en una habitación en una casa compartida con una docena de personas. Aunque la hipoteca ahogue, aunque el niño no tenga acceso a atención médica especializada. Nadie es pobre en un país en el que el pluriempleo parece la única solución en lugar de mejorar las condiciones laborales de todos.