Tengo que admitir que, de un tiempo a esta parte, no entiendo nada. Pero lo peor es que, lejos de poder evolucionar hacia una comprensión de las cosas, cada vez me alejo más de ella. No sé si me explico. Recuerdo que mis tías, hermanas solteras de mi madre con las que pasé mucho tiempo, aun sabiendo muchas cosas, se veían incapaces de entender lo que pasaba a su alrededor. La vida moderna se iba convirtiendo cada vez más en algo desconocido para ellas y, poco a poco, todos sus saberes fueron quedando obsoletos. Mi madre, tal vez porque nos tenía a mi hermana y a mí, evolucionó mejor. De todas formas –y a pesar de tener una hija joven–, yo cada vez me siento más del lado de lo que ya no sirve para nada (o para muy poco) y, a la vez, todavía tan cercano y tan dentro de mí. Y no me refiero solamente a la tecnología –algo que preferiría, como Bartleby, no tener que utilizar–. Hay mucho más. No entiendo las relaciones humanas. No entiendo la mala educación (y además no me gusta). No entiendo que a una anciana de noventa años se le hable de tú (como pasa cada vez que llevo a mi madrina a urgencias). No entiendo la forma como se comunican las personas, especialmente las más jóvenes. En definitiva, me estoy haciendo vieja a marchas forzadas y no tengo ninguna manera de dejar de hacerlo. No entiendo las profesiones con mayor proyección.
Ciberabogado. Gestor de talentos. Nanomédico. ¿Qué es un nanomédico, por Dios? ¿Un médico muy pequeño? ¿Acaso enano? No. Es un médico que, mediante microchips, podrá tener controlados a sus pacientes. Es decir, que en un futuro –no sé si lejano o no– habrá médicos que sabrán cómo está tu colesterol gracias a dispositivos cada vez más pequeños. Y conseguirán combatirlo. Yo, que tuve un abuelo ebanista y otro comerciante de piensos (profesiones ya extintas), me espanto ante tal futuro. Es que ni entiendo a la gente cuando habla. Me puse una entrevista de Juana Dolores a Bad Gyal en YouTube y, en serio, todavía no he conseguido descifrar en qué idioma hablaban. En cinco minutos se cargaron tres lenguas de golpe. Estoy muy asustada. Lo confieso. No sé qué voy a hacer. Porque siempre me ha parecido terrorífico vivir en un mundo incomprensible. Y poco me falta, si es que ya no estoy en él.