No regales tu trabajo». Mis padres me decían que hay que saber cobrar, porque nadie regala nada. Sin embargo me gustaría saber a qué artista no le han pedido un cuadro para una rifa benéfica, a qué pintor no le han dicho «a ver cuándo me das un cuadro», a qué escritor no le han sugerido «podrías darme un libro». Hay cuadros y libros que llevan años de trabajo. ¿Es que ese trabajo no vale nada? Lo mismo ocurre con los músicos. ¿Cuántas horas de trabajo implica aprender a tocar un instrumento o memorizar una pieza? ¿Cuánta práctica se necesita para llegar a cantar bien? Una vez me pidieron que hablara con Isabel Clara Simó, que le ofreciera venir a Menorca a dar una conferencia y que le pagarían el viaje y la estancia. Respuesta: «Ni pensarlo; ya le diré yo al carpintero que le pagaré el viaje y la manutención y que venga a hacerme la cocina». Por lo visto el carpintero vive de su oficio y el artista tiene que hacer otro oficio para poder vivir.
Otras máximas del «no» que me parecen acertadas son: «no dejes nunca de ser tú», «no supliques». Los de El Último de la Fila cantan «nadie es mejor que nadie pero tú creíste vencer». Ahí se echa de ver que por humilde que uno sea no es inferior a nadie, que uno tiene que ser siempre fiel a su propia personalidad. De otro modo sería como un mal actor, o como alguien que posa de manera postiza ante una fotografía. Soy como soy, intento mejorar, pero dentro de mis posibilidades. Alguien me dijo una vez, siempre he querido tener otra cara, pero tengo la que tengo. Leí una vez que hay personas que impresionan mucho, por ejemplo, «¿Te imaginas encontrarte ante el Papa?». Ante el Papa y ante un niño hay que ser uno mismo, porque por muy respetables que sean son seres humanos y nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar. La canción aducida, Insurrección, también pone de manifiesto lo inútil de la súplica: «Si lloré ante tu puerta de nada sirvió».
Otro adagio: «no gastes dinero que no tienes para impresionar». El que tiene no se impresiona ante los alardes del que no tiene, ni ante su ruina, y envidia al que tiene más. Seguimos siendo humanos.