El pasado sábado se materializó el cambio en el reparto del poder institucional entre la derecha y la izquierda en Balears, casi la mitad de ayuntamientos de la Isla estrenaron nuevo alcalde y la práctica totalidad los acapararon el PP o una coalición de PP y Vox. Este sería el esquema, de trazo grueso, de las consecuencias de las elecciones del 28-M. Bueno, en una parte. De momento, resulta significativo que el PP balear no ha dado su brazo a torcer en el Ajuntament de Palma y Jaime Martínez es su nuevo alcalde gracias a la abstención de Vox. El cabeza de lista de la derecha radical, Fulgencio Coll, formará parte –ya se verá durante cuánto tiempo– de la oposición en Cort cumpliéndose así los deseos de Martínez y la dirección regional y estatal del Partido Popular.
La misma estrategia sigue Marga Prohens con Vox en el plano autonómico. Con una sorprendente tenacidad, la líder de los conservadores de las Islas veta una y otra vez la entrada de las huestes de Santiago Abascal en el Consell de Govern; empezando con su delegado insular, Jorge Campos, al que podría considerarse uno de los principales escollos para el acuerdo. El tiempo corre y si no hay cambios en el último momento –el pleno de constitución del Parlament está fijado para mañana–, pronto se sabrá el estado de las negociaciones entre ambas formaciones. Me aseguran que Prohens no dará su brazo a torcer, consciente de que en ello va su credibilidad política y, también, la de su jefe Feijóo. Balears está llamada a ser la excepción del PP para desactivar el argumentario de Pedro Sánchez y el PSOE para atemorizar al electorado con la entrada masiva de Vox en las instituciones. Les recuerdo que aquí se eligió un presidente socialista con los votos de UM, PSIB, Més y Els Verds con la única pretensión de desalojar al PP, el partido más votado con diferencia. La cosa acabó como acabó. Cuidado con la memoria selectiva.
Una lectura somera de los resultados del 28-M revela que el motivo por el que la izquierda ha sido derrotada en las instituciones no ha sido otro que el gran fracaso de Unidas Podemos, una muleta imprescindible que ha dado al traste con la coalición. Este es el error que trata de evitar, ahora, el PP y por eso huye –en la medida que lo hace posible la aritmética parlamentaria– de coaliciones innecesarias. Vox es un partido de escombros que sobrevive a base de ocurrencias, una fórmula con la que también triunfó Unidas Podemos y ahora trata de recuperar Sumar de Yolanda Díaz. Se trata de no repetir los errores de otros.
Desesperación socialista
Aunque todavía no ha dado comienzo la campaña electoral de las próximas elecciones generales, resulta fácil adivinar por dónde irán los tiros. El PSOE agitando el miedo con la llegada del paquete PP-Vox y exhibiendo los datos macroeconómicos favorables. Ambos argumentos podrían ser válidos hace cuatro años, pero ahora intuyo que son inocuos a la hora de modificar la intención de voto de los ciudadanos. Muchas de las propuestas de Vox son irrealizables o su efectos es casi nulo, mientras que en materia económica basta repasar la cuenta de la cesta de la compra para saber si todo va tan bien como dicen.