Cuando en 1989 empecé a colaborar con el glorioso diario Baleares –cantera de los mejores periodistas de la Isla– descubrí a un personaje único de la redacción. Aunque en realidad en aquella redacción casi todos eran únicos. Y, afortunadamente, irrepetibles. Se trataba de un periodista menudo y de grandes bigotes, llamado Vicente Martínez ‘Vima', que a lomos de su Vespino ratoneaba por las calles de Palma para cubrir los sucesos que se producían. Siempre inasequible al desaliento, que si se velaba algún carrete más había perdido Robert Capa cuando en 1944 le quemaron los negativos del Desembarco de Normandía. Luego, en los noventa, aterrizaron en Ultima Hora otros fotógrafos de Sucesos con mayúsculas, como Sebastià Amengual o Ferran Carbonell ‘Monín', que llegaban a los fallecidos antes que la policía. Pero los que siempre han estado y siguen al pie del zoom son Evaristo Miguel Tur Ensenyat ‘Michels' y Alejandro Sepúlveda. Dos veteranos de Vietnam, incombustibles. A los que han agredido e insultado los ‘hooligans' de Punta Ballena y los detenidos de los juzgados y que ellos, lejos de amilanarse, los siguen retratando con esa maestría del fotoperiodista. Y esa paciencia del santo Job. En la mítica película de Ciudadano Kane, Orson Welles pronuncia al morir una palabra: «Rosebud». Nadie sabe lo que el multimillonario ha querido decir. Pero la escena final lo desvela: era el nombre del trineo de su niñez, cuando era feliz y libre. Para los fotoperiodistas como Michels o Sepúlveda, «Rosebud» es esa foto de sucesos que consiguen cada día. Su pequeño tesoro.
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