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Persona especial

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Estamos perdiendo la batalla, y la van ganando los tontos contemporáneos. Cuando una persona de la categoría científica, humana y política, como Ramón Tamames, comienza su primera intervención dando las gracias «a todos y a todas», es que el lenguaje gilipollas va camino de convertirse en hegemónico, y está cercano el día en que Fernando Sánchez Dragó, en la presentación de su último libro, se dirija a «los lectores, lectoras y lectoros». Espero que me alcance, antes, la misericordia de que me hayan dado de baja en el Registro Civil, porque me aterra morirme por un disgusto lingüístico. Ya no te digo si el otro Fernando, Sabater, en un acto público, se dirige untuoso a los gerentes, gerentas y gerentos de la editorial que ha sacado a la luz su último ensayo, y si, encima, Arturo Pérez Reverte da las gracias en un programa de Radio a los oyentes, oyentas y oyentos.

La apertura en el Registro Civil del término ‘progenitora gestante' para sustituir el término ‘madre' dedicado a las lesbianas, no me parece mal. Pero lo que me subleva es que, continuando con lo de llamar al padre homosexual ‘progenitor no gestante', las tontas contemporáneas –en femenino, por favor, porque son mayoría– intenten denominar al Día del Padre, Día de la Persona Especial. Mi solidaridad con mi compañero Joaquín Prat, que ha sido el primero en mostrar su indignación ante este abuso del feminismo mostrenco, de la superioridad de la estupidez, del totalitarismo sexual, y de la exaltación de la superioridad de la ignorancia. Llamadme machista las tontas contemporáneas. No me insultan. Me enorgullecen. Mi mujer, mi hija, mi nuera, y dos de mis cinco nietas no creen que sea machista. Y es su criterio el que me importa. El de las tontas contemporáneas me lo paso por la axila izquierda. «Persona especial». Padre se llama a eso. O lo llaman quienes están seguros de quién es su padre.

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