La política ha convertido el lenguaje en un vertedero de basura donde todo vale. Prueba de ello son las intervenciones machistas y vejatorias que dos mujeres, representantes de Vox y Ciudadanos, escupieron contra la ministra Irene Montero por el fiasco de la ley de ‘solo sí es sí'. Lo hicieron en espacios públicos. La de Vox en la sede de la soberanía popular, el Congreso, y con el aplauso entusiasta de sus compañeros de escaño. Se da la circunstancia de que al partido de la ultraderecha la violencia contra las mujeres no es un aspecto que les preocupe. Hablan de violencia «intrafamiliar», como si fuera un tema de ámbito privado. Por lo tanto, la diputada «faltona» no estaba acusando a Montero de los errores de la ley, que le importaban un rábano, solo la insultaba públicamente desde la tribuna. Este lenguaje guerracivilista y de trincheras, que banaliza los problemas para acabar en la agresión verbal, deteriora la convivencia y repugna en la calle. Gobierno y oposición deberían percatarse de la irritación que provocan. Porque es verdad, ministra Montero, que hay errores en la ley, que la excarcelación de violadores y demás depredadores sexuales no es culpa de «jueces machistas» y que las descalificaciones a la magistratura tampoco es forma de hacer política. Pero se dice así, no faltando al respeto en su escaño. Como tampoco es forma de presidir la Comunidad de Madrid insultando, como hace Díaz Ayuso, a unos médicos saturados de trabajo, a los que luego se pide que vuelvan a las consultas, que aquí no ha pasado nada. Posiblemente, si el Tribunal Supremo no lo remedia, y no parece, la ley con la que se pretendía proteger la integridad sexual deberá modificarse. Cuanto antes mejor. Así como Ayuso va a tener que «torcer» su desprecio a la sanidad pública, y en concreto a los médicos de familia, para incorporar más profesionales a unos centros de salud abandonados y sin presupuestos. Así se demuestra que la incontinencia verbal y los golpes bajos no resuelven los problemas.
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