Los agoreros que vaticinan un otoño caliente y un 2023 aterrador tendrán más leña para echar a su fuego con la noticia que acaba de saltar en Noruega. El Estado recortará las ayudas programadas para incentivar el coche eléctrico y lo hará para empujar a los ciudadanos a utilizar el transporte público, la bicicleta y la saludable costumbre de caminar. El país nórdico precisamente se había convertido en el paraíso de la movilidad eléctrica y tenía por objetivo que todos los vehículos que se vendan en 2025 sean de cero emisiones. Desde hace dos años ya se compran allí más coches eléctricos que de combustión.
Está claro que uno de los motivos de este cambio de rumbo es la apuesta por lo público, pero sin duda la crisis de los combustibles fósiles podría estar detrás de esta decisión. Porque ahora que la generación de energía parece haberse convertido en un problema –y con un precio desorbitado–, ¿estamos seguros de que el suministro está asegurado o viviremos un peak oil también en lo eléctrico? Día sí y día también nos asaltan noticias catastróficas sobre la crisis energética que se avecina y apostarlo todo a la electricidad podría ser tan suicida como confiar en unos fósiles que parecen estar dando sus últimos coletazos.
Aunque a muchos les parezca un retorno a la Edad Media, lo cierto es que apostar por la caminata y la bici en las distancias cortas y entornos urbanos y por el transporte público en zonas más abiertas es inteligente. Pausar nuestro ritmo de vida para incorporar sin traumas el tiempo que haga falta para recorrer los kilómetros necesarios a pie, también lo es. Y promover el teletrabajo para ahorrarle al planeta toneladas de emisiones venenosas, lo mismo. Se avecina cambio de paradigma. Para bien o para mal.