El Banco de España, ese organismo que no supo ver venir la tormenta financiera perfecta que nos hundió en la miseria en 2008, avisa de que la inflación alta estará ahí durante todo este año. Según sus cálculos, los precios subirán hasta el diez por ciento de aquí al verano para después bajar de forma paulatina, aunque siempre en el tramo elevado. Todo ello le lleva a concluir que el alegre crecimiento económico que todos preveíamos para este año –y, ojo, para el próximo también– se va a desinflar ante la nueva situación. Las causas son varias, pero destaca la guerra ucraniana y las sanciones impuestas a Rusia. Así las cosas, los ciudadanos de a pie, que vivimos muy lejos de Ucrania y de Rusia, nos jorobamos de nuevo, víctimas de los desmanes de unos y de otros. El pan nuestro de cada día.
La gran pregunta es: ¿la banca repercutirá esta subida en el precio del dinero? Es decir, ¿los privilegiados que tienen ahorros disfrutarán de algunos intereses, como antaño? ¿Los que sufren la carga de una hipoteca y otros préstamos verán cómo suben los tipos de interés? Ese es en gran parte el quid de la cuestión, a añadir al obvio encarecimiento de la cesta de la compra, la gasolina y la energía. Llevamos muchos años en una inexorable bajada a los infiernos.
Los salarios que se desplomaron en 2008 siguen anclados en el sótano, la pandemia trastocó lo que se había recuperado y ahora nos aplastan de nuevo con mierdas bélicas más propias de siglos pasados que de nuestro tiempo. Si suben las hipotecas, comer, pagar la luz y el combustible... la reacción lógica será el aumento de desahucios y el cierre de miles de comercios y establecimientos de hostelería, con la consiguiente pérdida de empleo y dramas familiares. ¡Otra vez!