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ORACIONES

Populismo pornográfico

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Desde que la política se transformó por completo en lo que realmente era, una de las artes escénicas, y las instituciones públicas en escenarios (igual que los acontecimientos), los populismos se han multiplicado en todo el mundo a la vez que se diversificaban y cubrían la Tierra. Y España, desde luego.

Hay populismos de derechas, de izquierdas, patrióticos, de género, futbolísticos, judiciales y poéticos (ahí Ayuso rivaliza con Puigdemont por el liderazgo); populismos de mercado y también de los reciclables, es decir, sostenibles. Y por supuesto, en tanto que variantes escénicas, ahora tenemos populismos de aventuras, de misterio, de ciencia ficción, erótico… Etcétera. Pero la mayor novedad en este ámbito populista expandido, y la más difícil de aguantar, es naturalmente el populismo pornográfico. Que no tiene nada que ver con el erótico ya mencionado, y que prospera sobre todo en espacios digitales (el medio ideal para el porno), aprovechando que tanto los gobernantes como los opositores se comunican con los votantes a través de Twitter. Gobiernan o se oponen a base de tuits; fuera de las redes cualquier política cae en saco roto, es inoperante.

¿Y en qué consiste el populismo porno? Bueno, se trata de un populismo transversal, en realidad un formato. Aplicable a cualquier contenido populista, y que se caracteriza por ser rotundamente explícito y sin ambages, carecer de todo argumento (argumentarios repetitivos, relato inexistente), y buscar sin rodeos la excitación inmediata y la gratificación del público, sin pretextos ni circunloquios. La excitación es el mensaje; la agitación política el objetivo. Un populista porno nunca dice las cosas, menos aún las razona. Las espeta, las machaca, las pone patas arriba, las escenifica. Todo se escenifica. No citaremos ejemplos, o no cabría el texto en sí, pero si el Gobierno se arroga el liderazgo mundial en vacunaciones, y se jacta de sus éxitos en Afganistán, al PP le falta tiempo para poco menos que atribuir a Sánchez la calamidad de los talibanes. Pornografía política, populismo porno. Puesto que la escenografía es lo que manda, todo grupo político tiene que ser más o menos populista (o no se come una rosca), pero tanta desfachatez explícita es demasiado. Es porno. Ni como entretenimiento hay quién lo aguante.

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