Las elecciones regionales en el País Vasco y Galicia han resultado ser una hecatombe para Unidas Podemos. Por supuesto sus dirigentes han reaccionado demostrando la alta capacidad de auto mantenimiento que es característica en todas las jefaturas orgánicas siempre,con tan escasas como honrosas excepciones personales que huelgan en este caso.
El ex de Podemos, Íñigo Errejón, ha aprovechado para expulsar todo el pus acumulado desde que Pablo Iglesias lo marginó para, acto seguido, segarle la hierba bajo los pies, de manera que cuando estuvo seguro de su extrema debilidad lo venció hasta la humillación en una especie de congreso. Ha dicho el ahora dirigente del movimiento unipersonal Más es Menos - que se inventó para seguir cobrando del erario público - que “Podemos ya no existe, lo que hay es Unidas Podemos que tiene el resultado de IU”, o sea Izquierda Unida.
Es interesante la analogía que plantea Errejón. Aunque exagere, no cabe duda de que hay un poso de rotunda lógica en su diatriba. En efecto, cuando Podemos irrumpió en el escenario nacional, en las generales a Cortes de 2015 – dejando de lado, para el análisis, los anteriores comicios al Parlamento continental - , lo hizo con una fuerza descomunal – por el hecho de pasar de nada a 69 escaños y un 20% de votos, en su acumulado con los asociados regionales – que casi alcanzó el tan deseado “sorpasso” al PSOE, no tanto en escaños – pues los socialistas, gracias al sistema de circunscripción provincial que les favorece mucho, igual que al PP, se mantuvieron claramente por encima– como en sufragios, pues sólo quedó dos puntos porcentuales por debajo. La desilusión de aquella noche fue pareja a la alegría: ésta por los buenos resultados, aquélla por no haber vencido en votos al enemigo socialista. Se obligaban a entonar su cántico de “sí se puede” pero la verdad es que no habían podido superar al PSOE, tal era su gran y anhelado objetivo.
La estrategia anterior era sencilla y conocida. Superar en votos al Partido Socialista e iniciar, como estaba pasando en Grecia, la aniquilación de su enemigo, igual que lo hacía Syriza con el PASOK en el país heleno. Sin embargo no pudo. Se quedó a muy poco de conseguirlo, es verdad, apenas a un millón de papeletas. Y si se le sumaba lo obtenido por Izquierda Unida, casi existía empate entre el conjunto ultra izquierdista, 5,2 millones de votos, en números redondos, y la socialdemocracia, 5,5.
A partir de ahí la disyuntiva de Podemos era clara. O inclinarse todavía más a la izquierda mostrándose tal cual es, para imantar a IU y usarla de trampolín para un ulterior ataque al PSOE,o bien matizar al máximo su naturaleza ideológica a través de la práctica política moderada. Lo segundo era lo que reivindicaba Errejón. Lo primero, como se sabe, era la apuesta deIglesias y los demás actuales dirigentes.
Para gran suerte del PSOE, se impuso Iglesias en la pugna doméstica morada. Si hubiera sido al revés, Podemos se habría convertido en vaso comunicante socialista. Un papel que no suele gustar a los dirigentes con ínfulas cesaristas como Iglesias, pero que los más inteligentes y pragmáticos, como es el caso de Errejón, suelen asumir como inevitable, convencidos, además, de que siempre es preferibles ser segundo del ganador que hipotético ganador del perdedor aun cuando uno mismo sea derrotado por el que dd veras gane -con perdón por el galimatías de ocasión -. Es el mismo fenómeno que más pronto que tarde afectará a Vox respecto al PP. En el caso de Podemos se impuso Iglesias, su radicalismo de fondo, verbo e imagen y fue desenmascarándose así ante los ciudadanos como un comunista típico, más todavía desde el momento en que compró a la decrépita Izquierda Unida, cuyo único militante y dirigente no tenía otro trabajo alternativo al alcance.
Desde la ruptura entre Iglesias y Errejón el sino electoral del partido morado no ha sido otro que la pérdida cada vez más intensa de apoyos populares. No puede extrañar. La sociología del país no da para partidos comunistas ni fascista -por fortuna para la democracia y las libertades; y por mucho que ahora pueda parecer contrario con Vox, pero también éste seguirá, ya se ha dicho, el mismo camino de Podemos -, al menos no en versiones electorales ganadoras. Sí que hay espacio para que, como bien decía Errejón, Unidas Podemos vaya degradándose hasta convertirse en algo semejante a Izquierda Unida, igual que en la derecha Vox mermará hasta ser una copia de Alianza Popular -haciendo abstracción, a efectos delpresenteanálisis, que ésta fue el origen del PP – para dejar más espacio centrista aPablo Casado.
Lo que ha acontecido en las elecciones vascas y gallegas, en fin,no es otra cosa que la confirmación de la aceleración de este proceso de transmutación política y electoral del antiguo poderoso Podemos en la escasa Izquierda Unida pasando por el actual Unidas Podemos declinante.