Tras días calibrando su reacción, EEUU ha bombardeado instalaciones y objetivos proiraníes en Siria e Irak, como respuesta al atentado con dron que mató a tres marines norteamericanos e hirió a otra veintena en una base de Jordania. Se trata, sin duda, del momento de mayor tensión derivado de la guerra en Gaza, ya que está enfrentando indirectamente a la mayor potencia del mundo con Irán, cuyo ejército es el más temido en la región y que ya ha demostrado (suministrando material por ejemplo a Rusia, en su invasión de Ucrania), que su maquinaria bélica es temible, incluso para una gran potencia occidental. El avispero de Gaza, como era previsible, amenaza con incendiar toda la región y llevar a Oriente Medio al borde del abismo, con consecuencias imprevisibles.
El ataque israelí.
Los salvajes atentados de Hamás del pasado 7 de octubre, que dejaron más de 1.200 israelíes muertos, entre soldados, policías y civiles, y más de 200 secuestrados, provocaron una durísima reacción del primer ministro Netanyahu, cuyas tropas a día de hoy siguen destruyendo Gaza, lo que ha disparado todas las alarmas internacionales por el sufrimiento de la población civil y por la posibilidad, ahora más real, de que el fuego se propague a otros países. En el caso de que palestinos y judíos pudieran llegar a un alto el fuego en Gaza contribuiría, sin duda, a rebajar la tensión en la zona.
El enigma persa.
Es bien conocido que los grupos terroristas de la región, como Hamás e Hizbulá –que domina desde hace lustros el Líbano–, están financiados y armados por el régimen chií de Teherán, cuyos ayatolás utilizan estas tropas paramilitares para desestabilizar a los países vecinos. Sin embargo, no está claro que Irán se atreva a entrar directamente en la guerra contra Israel o EEUU. Las consecuencias, en ese caso, serían absolutamente devastadoras.