La cultura tiene muchas ramas; es un bien que debemos cuidar, nos hace reflexionar, fomenta el pensamiento crítico y nos enriquece como personas, como seres humanos en comunidad. Por otro lado encontramos a las industrias culturales y todo su engranaje, un entramado que está confeccionado en este caso para aportar riqueza, tanto al sector privado como a las arcas públicas. Es en este último apartado en el que flojean nuestras instituciones desde tiempos inmemoriales, tanto de la izquierda como la derecha, y eso que no son pocas las empresas en la Isla que cultivan la cultura.
Una apuesta arriesgada, pero efectiva.
Si echamos un ojo a lo que está funcionado hoy en día, lo que atrae y gusta a las masas, todo ello procede del sector privado. Ejemplos no faltan: Mallorca Live Festival, Atlàntida Mallorca Film Fest, el festival Evolution!, Festival Cap Rocat, Trui Son Fusteret o Literatura Expandida a Magaluf, entre muchos otros. Todos ellos juegan con ventaja, la música, el cine y la literatura son lenguajes universales que gustan, pero no todos cuajan y en Mallorca ha habido numerosos intentos para afianzar este tipo de eventos; de hecho, no ha sido hasta la última década cuando han empezado a consolidarse dentro de las agendas culturales.
Una oportunidad única.
Por eso, apoyar estos festivales, ciclos, conciertos y todo tipo de acontecimientos culturales merece el sustento y el apoyo institucional; son clave para que no desaparezcan. Solemos leer a menudo en la prensa cómo infinidad de empresas reciben subvenciones para rodar, pero parece que con la cultura miran hacia otro lado. La presidenta Prohens, su homónimo en el Consell, Llorenç Galmés, y el alcalde de Palma, Jaime Martínez, deben atender a sus necesidades, escucharles y ayudarles. Solo así podrá mantenerse, de una vez por todas, una oferta cultural de calidad y que seduzca a un turista que no solo busque sol y playa.