La reactivación de la industria turística balear es un hecho ya del todo incontrovertible. Abundan los indicadores al respecto y los datos sobre empleo dados a conocer ayer no hacen sino ratificar esta evidencia. El pasado mes de junio, Baleares registró las mejores cifras históricas en cuanto a trabajadores afiliados a la Seguridad Social, con 592.787, así como en los niveles de paro, que se sitúan en las 34.248 personas. Tampoco puede pasar por alto a nadie el crecimiento exponencial de la contratación indefinida disparada hasta porcentajes del 75,5 por ciento.
Coyuntura actual.
Quizás no sea del todo prudente hablar de pleno empleo con más de treinta y cuatro mil ciudadanos baleares sin trabajo. Aunque este dato apenas deja margen para no poder colegir que la economía balear está generando empleo al mismo ritmo que antes de la pandemia de COVID–19. El número de personas paradas este junio es muy similar, incluso en grado menor, al contabilizado en el mismo mes de 2019. Inicio entonces de una temporada turística sin parangón. De récord. Sin embargo, la coyuntura sociopolítica y macroeconómica está condicionada ahora por unas variables que no se contemplaban hace tres años.
Dudas invernales.
El espectacular incremento de personas empleadas al inicio de otra temporada turística en la que se pulverizarán todos los registros de ocupación hotelera garantiza un considerable flujo de liquidez en las economías familiares. Sin embargo, las dudas respecto al futuro no sólo radican sobre el hecho de que los sueldos a percibir por los trabajadores siguen siendo los mismos que en 2019 y, sin duda lo peor, en un marco inflacionario sin precedentes en las últimas décadas que devalúa más si cabe el trabajo cuya abundancia actual debemos celebrar. Eso sí, sin caer en la euforia desmedida y con la vista puesta en el próximo invierno. Para entonces hará falta algo más que buenos datos.