La llegada del verano transforma radicalmente algunas zonas costeras, pero pocas experimentan un cambio como Mallorca. La mayor de las Baleares vive cada año una metamorfosis que convierte sus apacibles calles y calas en hervideros turísticos donde los residentes deben adaptar completamente sus rutinas para sobrevivir. En este contexto de saturación veraniega, un usuario mallorquín conocido en redes sociales como @capdefavaamborelles ha publicado un irónico pero revelador manual de supervivencia que ha captado la atención de miles de personas. Su lista de diez consejos, elaborada con una mezcla de humor ácido y resignación, refleja la realidad cotidiana de quienes viven todo el año en un destino que recibe más de 14 millones de visitantes anualmente.
El documento, que ya acumula cientos de interacciones, detalla estrategias que oscilan entre lo cómico y lo necesario. El primer consejo establece un nuevo horario para disfrutar del mar: «Ves a la playa de 6 a 8 de la mañana». Esta franja madrugadora se ha convertido en el único refugio temporal para los locales que desean bañarse sin formar parte de la postal turística masificada.
La movilidad, otro de los grandes desafíos estivales, ocupa varios puntos del manual. «Cuenta hasta 10 cuando veas un ciclista» refleja la tensión creciente en las carreteras insulares, convertidas en circuitos improvisados para el cicloturismo internacional. Complementando esta idea, la recomendación de «evitar coches con pegatinas de alquiler» se ha transformado en una práctica instintiva para muchos mallorquines que intentan esquivar maniobras impredecibles en el asfalto.
Algunas localidades reciben menciones específicas, como la tajante advertencia de «No visites Sóller», municipio que ha pasado de ser un encantador pueblo de montaña a sufrir un colapso circulatorio permanente. Más drástica resulta la sugerencia irónica para los residentes de zonas de ocio nocturno: «Si vives en Magaluf o el Arenal, prende fuego a tu casa y cobra el seguro», una hipérbole que evidencia la desesperación de quienes conviven con la fiesta ininterrumpida.
No todo son quejas en este particular manual. Entre líneas, el autor desliza recomendaciones que promueven la preservación de la identidad local. «Sal de fiesta solo a verbenas» propone recuperar espacios de ocio autóctonos, donde los precios resultan más razonables y la experiencia mantiene cierta autenticidad alejada de los circuitos turísticos estandarizados.
La desconexión digital también aparece como estrategia de autoprotección mental: «Abandona las redes sociales hasta septiembre (o noviembre)». Esta medida busca evitar la saturación de contenido idealizado sobre la isla que contrasta con la experiencia real de sus habitantes, especialmente cuando influencers y celebrities comparten imágenes paradisíacas de lugares que los locales ya no pueden disfrutar.
El componente económico encuentra su espacio en el consejo «Practica el comercio de proximidad», una de las pocas recomendaciones serias que trasciende la ironía para defender el tejido comercial local frente a la proliferación de franquicias y establecimientos orientados exclusivamente al turismo. Para quienes tienen la posibilidad, el autor sugiere directamente abandonar la isla: «Si trabajas en remoto, vete de la isla». Esta opción, antes impensable, se ha normalizado tras la pandemia entre profesionales que pueden desempeñar sus funciones a distancia y prefieren escapar temporalmente de los inconvenientes veraniegos: alquileres disparados que pueden superar los 2.000 euros mensuales por un apartamento básico, tráfico congestionado con retenciones diarias de más de 45 minutos en trayectos habituales, y espacios públicos saturados.
El mensaje final del documento, «El verano pasará», funciona como mantra consolador para una población que ve cómo durante tres meses su ritmo vital se altera completamente. Esta frase, aparentemente simple, condensa la filosofía de resistencia temporal que muchos isleños han desarrollado como mecanismo de supervivencia.
NorteñoY sin gastar ni un duro y quejar de todo.