José Miguel Aznar Polo, mallorquín, de Marratxí, que padece ausencia congénita de ambos brazos, «de cada brazo tengo un trozo con un muñón», dice, trabaja como informático en la Fundación ASNIMO, que como muchos sabemos atiende a personas con Síndrome de Down y Autismo.
A José Miguel, que tiene 36 años, no le ha quedado más remedio que acostumbrase a vivir con esas carencias, y lo está consiguiendo «salvo que todavía necesito ayuda tanto para vestirme como para ir al baño, de ahí que desde hace más de medio año, en Sant Joan de Déu, a través de Terapia Ocupacional estoy trabajando para controlar la prótesis en forma de mano que me pongan, prótesis que en su interior tiene dos censores, bíceps y tríceps, que me ayudará en el día a día.
«Y además de haber hecho un entrenamiento para manejar las futuras prótesis» –prosigue–, «he trabajado otras áreas del día a día que yo no podía hacer solo. Al fin y al cabo, el objetivo final de la Terapia Ocupacional es conseguir la máxima independencia del paciente. Y aunque una de ellas haya sido practicar para las prótesis, otras han sido, por ejemplo, aprender a cortar carne con una adaptación o tomar un plato de sopa con cuchara. En ello me ha ayudado mucho mi terapeuta, Laura González, para mi una crack. Mientras, no tengo más remedio que acostumbrarme a vivir como soy, y a seguir buscando en mi entorno las maneras de seguir avanzando. Por suerte, siendo niño, mis padres han estado pendientes de mi, y ya de mayor, he tenido la suerte de tener un grupo de buenos amigos, aparte de una familia que en ningún momento me ha hecho sentir un marginado. Todo lo contrario, y… Pues que, como he dicho, a medida que me he ido haciendo mayor no me ha quedado más remedio que buscarme la vida por mi cuenta».
El carné de conducir
Y entre esas castañas está el coche, para lo cual, si quiere conducirlo, precisa del carné de conducir, que lo conseguirá aprendiendo la teoría, en lo cual no tiene ningún problema, y superando la práctica, en lo cual si los tiene. Y no por él, sino porque en Mallorca no hay ninguna autoescuela que tenga coches preparados para personas como él, «por lo cual me he tenido que ir a Bilbao, que si la tiene con esos coches, lo que me ha supuesto tener que hacer un desembolso de unos 2.300 euros para pagar los viajes, la estancia, las comidas... Sí, he tenido que abonar eso, además del curso que paga cualquier persona que trate de sacarse el carné de conducir».
Le íbamos a preguntar si hay alguna ayuda para estos casos, pero él se adelanta. «Hay una ayuda, sí. Del IMAS. Pero no la puedo pedir porque ponen condiciones, y también porque las ayudas que dan son muy pequeñas, vamos, que no alcanzan a las que necesita una persona en mis condiciones que pretenda sacarse el carné de conducir. ¿Qué por qué no se revisan esas ayudas…? Pues, creo que es porque cuando el sector a ayudar es reducido, como el nuestro, no se le presta la atención que le corresponde… Igual algunos piensan que qué necesidad tenemos personas como yo, sin brazos, tener un coche. Pues a quién piense eso, le digo que un coche, para personas como nosotros, nos hace ganar independencia, aparte de que es una necesidad. Yo vivo a tres kilómetros del supermercado… ¿Cómo hago, sin coche, para hacer la compra? ¿O cómo acompaño a mi padre al médico, si él, al hacerse mayor, no conduce? Aparte, pienso que personas como yo tenemos derecho a una igualdad de oportunidades».
Más gastos a tener en cuenta
Antes de proseguir, nos explica que los coches adaptados para personas como él, en vez de volante llevan una horquilla en la que introduces el muñón, que moviéndolo de izquierda a derecha, mueve, a su vez, el josystick, que a su vez mueve el coche a derecha e izquierda, o lo mantiene recto. «Visto así parece complicado, pero –asegura– no lo es».
Para finalizar, saca a colación otros dos problema a los que, tarde o temprano, va a tener que afrontar, y que resolverlos le supondrá un coste. «Y es que, primero, cuando me coloquen la mano multiarticulada, que la voy a llevar en lo que tengo de brazo derecho, la empresa que la fabrica me da una garantía de solo tres años, mientras que el IB-Salut hace la revisión cada cinco. Entonces, ¿qué pasa si la mano multiarticulada se rompe en el año cuatro? Pues tal y como están las cosas, correré con los gastos yo... O tendré que sacar un seguro que lo cubra. Y segundo, si me compro un coche, al precio de este, deberé añadir lo que costará adaptarlo a mi, unos 40.000 euros».
Mientras tanto, la vida sigue para José Miguel, superándose un poquito más cada día. Por una parte anda con lo del carné de conducir, por otra, con el trabajo, y por otra con el aspecto físico en el sentido que desde hace siete meses se ha metido de lleno en las carreras de fondo «y en ese tiempo ya llevo hechas dos media maratón».
¡Ah, bueno…! Os recomiendo que ojeéis su Instagram, @bracitosconqueso. Más que nada, para que veáis como resuelve los problemas que se le presentan a diario, «o cómo me hago el desayuno, o me pongo la camiseta…».