Manolo Manzanaro Fernández, introductor en Mallorca de la radio-bar –generalmente emite desde el Bar Cristal, teniendo sus programas una gran audiencia gracias a los personajes que invita a que participen en ellos– se despidió la pasada semana, «hasta no sé cuándo», dijo, por, según él, una causa de fuerza mayor. Así que quedamos en el Bar Cristal, para que nos lo explicara.
«Es muy sencillo –nos dijo–. Tengo 69 años, y hasta este mes pasado he venido cobrando dos paguitas de las denominadas ingreso mínimo vital, una de ellas, del Ajuntament, de 150 euros y otra del Estado, vía S.S., de 380, con los cuales pago la habitación en la que vivo. De la comida, el Cristal me la paga los días que emito desde aquí, y la otra me la busco por mi cuenta. Porque, si tienes un lugar, aunque sea humilde, pero con techo, lo demás, comer y vestir, lo resuelves. Lo peor es cuando estás sin un lugar donde dormir y te metes la mano en el bolsillo y ves que no tienes ni un euro. Ahí es cuando pierdes la dignidad, y cuando empiezas a enloquecer, terminado en el mayor de los casos alcoholizado, puesto que te agarras al alcohol para, como vives en la calle, no tener frío durante las noches, y también para olvidar. Porque, es que a partir de ahí, todos son problemas. Porque vas a cualquier sitio a informarte sobre qué has de hacer para conseguir ayuda, y te dan un teléfono para que llames y te digan como lo tienes que hacer, pero resulta que, la mayor parte de las veces, desde ese teléfono nadie te contesta, o bien te dicen que te informes a través de una web, cuando no todos, aquí me refiero a la gente que vive en la calle, o está a punto de ir a parar a ella, como es mi caso, no tenemos medios para entrar en ella. Y es que mucha democracia, pero lo cierto es que tal y como están haciendo hoy las cosas los que mandan, la burocracia se la está cargando».
-¿Tu caso, dices…? Porque tú vives en una habitación alquilada, no en la calle.
-Pero a partir del martes, por la noche –esta noche para el lector– viviré en ella, todo porque me he quedado sin esas pagas. Todo porque alguien ha dicho a quién corresponda que yo cobro un dinero por las emisiones de radio que hago a la semana, lo cual no es cierto. A mí, el Bar Cristal, me invita a comer los días que hago emisión. No tengo ningún otro ingreso… Pero lo cierto es que me quitan lo que tenía. Me lo han dicho en mi banco: no vuelvas a venir para cobrar, porque les han avisado de que no harán más ingresos en mi cuenta. Me he puesto en contacto con la Seguridad Social, llamando a un teléfono que me han dado, y tras intentarlo varias veces, me han citado para el 13 de diciembre. Mientras tanto, ¿qué hago? De momento, quedarme en la calle.
-¿Y llegado el 13 de diciembre, qué vas a preguntar?
-Que me digan quién me ha denunciado, quién ha dicho que cobro por mis emisiones en la radio. Porque tengo derecho a saberlo, ¿no?
-¿Y mientras tanto?
-Me voy a la calle. Ya está decidido. Pero estoy pensando dónde, por eso, vente mañana a las siete de la tarde a la Plaça de Cort, y allí te lo cuento.
«Si me echan, regresaré»
Al día siguiente, a las 7 de la tarde, puntualmente, nos acercamos a Cort, donde nos aguardaba Manolo, sentado en el banco de piedra, pegado a la fachada del Ajuntament. A su lado, envuelto en una funda, reposa sobre la piedra fría del banco un saco de dormir.
-A partir del martes, 12 –hoy para el lector– voy a quedarme a dormir aquí. ¿Nos es Cort la casa de todos los palmesanos? Pues aquí me quedo. Y lo hago en protesta por haberme quitado la paga del modo cómo lo han hecho, y sin explicarme por qué lo han hecho. Y protesto, no solo por mí, sino por la gente que vive en la calle ignorados por quiénes gobiernan la ciudad y la Comunidad.
-Supongamos que viene la policía y te dice que te vayas…
-No me iré. Estoy en la calle como otros muchos que también están en ella. Por eso, o me llevan esposado al calabozo… Porque a la cárcel no creo… De todos modos –apostilla–, si la policía me echa de aquí, me busco otro lugar, y al día siguiente regreso.
-Te pueden decir que te vayas a Ca l’Ardiaca…
-Iré a Ca l’Ardiaca cuando Sanidad me presente un certificado de que en ese lugar se puede vivir sin problemas que afecten a la salud. Porque tengo entendido que ahora hay chinches. O cuando uno pueda dormir tranquilo sabiendo que no te van a robar. O cuando los politoxicómanos ocupen espacios distintos a los que no lo somos. Porque algo debe de pasar en Ca l’Ardiaca cuando muchos indigentes prefieren más la calle que ir a ese lugar.
-Supongo que eres consciente de que por mucho que te imagines que dormir en la calle es duro, en la realidad lo es más…
-Sí, soy consciente de ello, y más teniendo un tumor de Barret en el esternón, lo cual me ocasiona muchas molestias, aparte de que debo de ir varias veces al wáter durante la noche… Eso y que, además, a veces me dan vómitos de sangre, o defeco sangre, pero… ¡Ya veremos! Por lo pronto, y es lo que más me preocupa, al quedarme sin ingresos por paga vital, me he metido la mano en el bolsillo y he visto que no tengo ni un euro.
-¿Qué le dirías al alcalde?
-Que se comprometa con los que no tenemos nada. Que somos muchos, eh. Sí, porque si quiere verlo, le acompaño. Incluso puede que le presente a una madre sin techo que vive con sus dos hijos pequeños. Claro que, igual no quiere hablar con él… No por nada, solo porque le pueden quitar a los hijos.
En la despedida, Manolo, tras recoger el saco de dormir, nos dice: «Llega un momento que no puedes creer en nuestros políticos, ya que nos cambian las cosas, nos engañan, nos manipulan. En teoría, la paga mínima vital, es intocable hasta que a alguien les sale de sus ‘cataplines’, tal vez porque no le caes bien, y te la quita. De verdad, si voy a hacer lo que voy a hacer a partir de esta noche, no –subraya el no– es solo por mí, es por la dignidad de todas esas personas que ‘viven’ en la calle, y que cada una tiene una historia. En Palma son muchas y, además, casi 300.000 familias en Mallorca que no llegan a final de mes. Por eso, ¡ya te digo! ¿Y qué hacen los políticos ante esto? Pues asegurarse su sustento de cualquier manera.