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Nada por aquí, nada por allá

Enzo Lorenzo desvela los secretos de un arte ancestral en sus cursos de magia

Enzo Lorenzo mezclando una baraja en el aire. | Pilar Pellicer

| Palma |

Los magos viven entre nosotros, como en las películas de Harry Potter. Podría ser el vecino del tercero o la persona sentada a su lado en el bus. Suelen reunirse en lugares donde, de tanto en cuando, muestran su don a los profanos, obrando milagros casi tan llamativos como el de los peces y los panes: monedas que desaparecen y aparecen, cuerdas que se alargan y acortan a voluntad y una gran variedad de arabescos con una baraja de cartas de por medio. El resto del tiempo su discreción –casi un juramento hipocrático– les impone silencio absoluto. Nadie conoce sus trucos, sus secretos. Ese hermetismo impenetrable se resquebraja en las clases que Enzo Lorenzo, uno de los magos más veteranos de la cantera mallorquina que imparte en la sala Delirious del barrio del Rafal.

«La verdad es que explicar un truco de magia es como hacer un spoiler en una película: si te lo explico luego ya no tiene gracia. Pero si quieres enseñar, tienes que sacrificar ese secreto. Vale la pena solo por la recompensa de saber que esa gente va a ilusionar a mucha otra gente con los trucos», reflexiona el mago. A Lorenzo Martín (auténtico nombre de Enzo Lorenzo), la magia le llamó la atención «desde pequeñito, en una calurosa tarde de verano vi a un mago en la tele y me quedé con la boca abierta. Entonces pensé que yo también quería dejar bocas abiertas, y creo que en todo este tiempo he desencajado alguna que otra mandíbula».

Enzo Lorenzo está en plena forma, tiene más tablas que un surfista y un sentido del humor siempre fresco, con el que lleva al público por donde quiere, pero como quien no quiere la cosa. Sus talleres son tan divertidos como sus espectáculos. Es diestro en varias disciplinas y transmite su conocimiento a quienes lo desean, dejándoles el gusanillo de más. Por eso hay quien repite para perfeccionar su técnica. «Es que esto tiene un punto adictivo, engancha mucho cuando ves la reacción de la gente a los trucos». Pero, ¿hasta qué punto está preparado un alumno que culmina el taller? «Muy preparado, hasta el punto de que varias personas que se iniciaron en mis clases ahora se dedican profesionalmente a la magia, algo de lo que me siento muy orgulloso», añade.

Quizá su nivel no se equipare al de Merlín, aquel nigromante ancestral, fiel consejero del rey Arturo capaz de predecir el futuro, pero sí que da para «hacer buenos trucos de cartas, o cortar una cuerda y lograr que se recomponga; o hacer nudos con una sola mano, o adivinar el pensamiento», dice. Y es es que sus cursos extienden sus tentáculos hasta la rama del mentalismo. «Los trucos mentales no son tan visuales como otros, pero gustan mucho porque rompen los esquemas de la parte lógica», explica.

Su magia es apta para todo tipo de personas, incluso los más torpes son capaces de hacer el típico truco de mezclar una baraja de cartas en el aire. «Hay gente que no es muy hábil y al verlo me dice ‘uy, eso yo no voy a poder hacerlo', pero en un par de semanas ya dejan alucinados a su familia y amigos». Su próximo curso dará comienzo el próximo mes de octubre, «más o menos tienen la duración de un curso escolar, de finales de verano hasta junio». Los hay para niños y adultos, «los de adultos tienen una duración de tres horas y para los niños son de una hora porque es muy difícil captar su atención más allá de ese tiempo», añade.

Confort

Más allá de entretener, la magia nos enseña a salir de nuestra zona de confort, a no quedarnos con la primera explicación; nos empuja a observar el entorno y a cuestionarlo, estimula la motricidad, desarrolla la imaginación y nos enseña a resolver situaciones buscando las herramientas necesarias. Además mejora la comunicación, tanto en conversación como a través del lenguaje corporal.

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