El lunes pasado, a través de Ultima Hora, Julián Aguirre publicaba lo que puede considerarse el primer gran reportaje del verano. Sí, fue sobre una historia de encuentros en Mallorca ilustrada adecuadamente. Y fue, en parte, por casualidad.
Como cada 7 de julio, Julián Aguirre y su mujer se hospedaron en Cap Vermell Gran Hotel, con motivo de celebrar el día que se conocieron. Por caer en fin de semana, entraron en dicho establecimiento hotelero de Canyamel, el viernes por la noche. Pero...
Finca inaccesible
Julián, como buen reportero, pues nunca se sabe cuándo, ni dónde puede haber una buena noticia, se llevó consigo su cámara y el portátil. Y más sabiendo que el jueves, a última hora de la noche, había llegado a Palma Michelle Obama, la esposa del expresidente Estados Unidos.
Julián, el jueves por la noche, enterado de esa posible llegada de tan ilustre personaje, se acercó al aeropuerto de Son Sant Joan, situándose en el lugar adecuado, y que, precisamente, no es por dónde salen los pasajeros, sino por otro, que los reporteros sabemos. ¿Y qué pasa? Pues que al rato, desde un lugar del que ve, pero que no le ven, observa la salida de un coche, cristales tintados, seguido de un amplio séquito de seguridad encabezado por motoristas de la Guardia Civil, que apartaba y paraba el tráfico en la autopista a fin de que pasara la comitiva, además de Policía Nacional y un equipo de miembros de seguridad de Estados Unidos. Allí hizo un vídeo de la comitiva que se publicó en la web de Ultima Hora. Luego los siguió, procurando pasar lo más desapercibido posible, hasta una finca, en Llubí, con única entrada a ella, pero inaccesible si no tienes el correspondiente permiso. Julián, tras enviar el vídeo a la redacción del periódico, sin más que hacer allí, salvo levantar la liebre, lo cual era fácil para un servicio de escolta como el que Estados Unidos pone a la familia de un expresidente, optó por volver a casa.
Refrigerio para Vips
Al día siguiente, temprano, volvió a Llubí, apostándose lejos de la casa, vigilando por si salía alguien, cosa que no ocurrió. Con la oreja puesta, se enteró que el sábado por la noche había una fiesta en dicha casa, aunque nadie le supo decir quiénes iban a asistir a ella. Con esa información volvió a casa, hizo la maleta, metió también en el coche la bolsa con las máquinas y los teles, y con su mujer se fue al hotel, a pasar el fin de semana, aunque siempre con la mosca tras la oreja, sin dejar de pensar que al día siguiente, sábado, había una fiesta en la casa de Llubí, en la que se había hospedado la ex primera dama de los EEUU.
«Al llegar al hotel –me contaba Julián, días después de la exclusiva, tomándonos un cortado en el Menut– vi algunos microbuses y automóviles de lujo, y algún que otro guarda espaldas, al menos por la pinta y los pinganillos en las orejas, por lo que deduje que ahí estarían hospedados algunos de los invitados a la fiesta. Por eso, el sábado me levanté temprano, me dejé caer por los alrededores, y, sobre mediodía, vi salir gente. Supuse que iban a Llubí, porque ¿a dónde, si no? Era gente muy elegante, millonarios sin duda, pero no conocidos la mayoría, excepto Isabel Presley, la hija de Carolina Herrera, con su novio, la mujer de George Lucas... Disimuladamente, les hice algunas fotos, lo cual ya era algo. No fui de nuevo a Llubí porque, ¿para qué? ¿Qué iba a encontrarme allí, salvo la casa con la puerta cerrada y, supongo, con un montón de escoltas yendo y viniendo? Así que me fui a la piscina y a cenar con mi mujer, y mañana será otro día… Que lo fue. Porque, también habiéndome levantado temprano, echando un vistazo con disimulo por los alrededores, observé que en una zona del hotel estaban preparando como una especie de reservado y… Pues que cerca del medio día vi que mucha de la gente que había salido la noche anterior hacia la fiesta, llegaba a ese lugar, y entre ella, la gran comitiva de Michelle Obama, luego vi al exdirector de Google, Eric Schmit, los anfitriones de la fiesta, Costos y Smith, y… ¡Pues que sé yo! Mogollón de gente…».
...y a salir pitando
Como el lugar de reunión estaba rodeado de árboles y matas que lo aislaban del resto del hotel, Julián se tuvo que buscar la vida viendo desde dónde metía el tubo sin que nadie le viera y… «Pues que viendo un hueco, metí el tele y ¿a quién dirás que enfoqué? ¡A Michelle Obama! Sí, estaba frente a mi, a cientos de metros, sin que me viera, ni que me viera tampoco toda la seguridad que llevaba, que no era poca».
En estas circunstancias el reportero ha de ser certero y poco avaricioso. O lo que es lo mismo, pocos clicks, pero encuadrados y bien definidos... Y salir pitando. Que es lo que hizo Julián. Aunque no se fue lejos. Escondió la máquina y se mantuvo, ojo avizor, desde un lugar que no levantaba sospechas hasta que terminó el brunch. «Y como cada cual se fue a dónde tuviera que ir, yo me reuní con mi mujer en la piscina, con muchas horas aún por delante antes de regresar a casa». Y es que una vez que uno ha cobrado un buen botín, ¿para qué seguir tentando a la suerte? Podía haberse quedado más tiempo, pero no hubiera logrado superar lo que tenía. Por tanto, a casita.
El reportero y las redes sociales
Ni que decir tiene, que de lo que más flipó Julián fue ver, no que estuviera haciendo unas fotos increíbles, que lo eran –que lo son–, y además, solo, sino que las estaba haciendo rodeado de seguridad por todas partes, y que esta no le viera. Porque si le ven, seguro que ahora no estaríamos contando esto.
Y es que en este tipo de reportajes, que haces con tus medios –cámaras, objetivos, etc., hay que ser muy discreto, es más, el famoso pocas veces imaginará que tras él hay un reportero–, haces en numerosas ocasiones muchos kilómetros y no menos horas de espera, a veces, también, sin comer, colmándote de paciencia, jugándote en ocasiones el tipo y poniendo en jaque a toda la seguridad, en este caso de Michelle Obama. Y si no hubiese fotos, como las que ha hecho Julián no habría constancia y no sería parte de la historia de los famosos y gente importante que llega a Mallorca, y gracias también a que te sabes hacer invisible.
Pues bien, este trabajo gráfico nada tiene que ver con las fotos que se hacen los famosos en sus barcos, o en su playa preferida, fotografiándose de modo que queden lo mejor posible, a veces metiendo filtros para mejorar la calidad de las mismas, y de paso las de sus imágenes, fotos que luego cuelgan en las redes sociales, a las que tienen acceso todo el mundo, y entre ellos, los periodistas que las manejan. Nada que ver, entre otras cosas, porque el reportaje fotográfico que hace Julián solo lo tiene él. Es una exclusiva. Mientras que los otros reportajes que se hacen con las fotos que los famosos cuelgan en sus redes, a las que tiene acceso prácticamente todo el mundo –en las redacciones de los medios de comunicación hay periodistas especializados en buscar noticias en la redes– a las pocas horas, pueden estar en todos los digitales y televisiones, y al día siguiente en todos los diarios. En cambio, las que hace el reportero, en este caso Julián, solo se publican en Ultima Hora.
Por eso, y pese a todas las ventajas que ofrecen la redes sociales, el reportero tiene que salir y hacerlo él. Y a veces con más dificultades que otras, a veces con más suerte que otras,...
Por desgracia, reporteros a la caza del famoso como Julián, que publiquen exclusivas en diarios locales, conseguidas a base de hacer kilómetros, guardias, no comer, o comer mal, no ver a la familia, y contando también que has de tener buena puntería, quedan pocos. Por eso, no lo dejes, amigo. Eres un especialista.