En un principio, la única vez que Xavi Fuster planeaba ver a Bruce Springsteen era la semana pasada en Madrid con tres amigos suyos a la falta de su mujer e hija, que no tenían muchas ganas de asistir al evento. «Al final fuimos unos cuantos amigos fanáticos de Springsteen al concierto sin mi mujer ni mi hija. Como digo siempre, las cosas sin ganas no hay que hacerlas», dice Xavi entre risas. Sin embargo, lo que no podía llegar a imaginarse es que en casa había alguien que tenía ganas más que nadie en la familia de ver al ‘Boss' en directo: Jon, el pequeño de la casa. Así se lo hizo saber a su padre cuando al fin llegó del mítico concierto, pues, a diferencia de él, que ya ha visto hasta en seis ocasiones a la leyenda en vivo, todavía no le ha llegado la oportunidad de vivir la «experiencia Springsteen»: «Desde muy pequeño siempre le ha gustado Bruce Springsteen. Aunque me atribuyo algo del mérito por eso, puedo asegurar que mi hijo es un fanático de verdad, no para de hablar de él».
Así, su padre, que siempre se ha «visualizado cantando Waitin' on a Sunny Day con mis hijos», no quiso escapar la oportunidad y, en un momento en el que no le dio «muchas vueltas», abre el ordenador y reserva dos entradas en la zona más cercana del escenario, el front-row, para su próximo concierto que se iba a celebrar el 27 de junio en Nijmegen, Países Bajos. «Él estaba como loco para ir. Nunca lo había visto en directo y siempre he querido llevar a alguno de mis hijos conmigo, iba a ser una experiencia inolvidable».
Y dicho y hecho. A principios de esta semana ya estaban en Países Bajos con sus camisetas del tour listos para darlo todo para el ‘Boss'. Tal como afirma Xavi, su plan era llevar también una pancarta que llevara escrita la palabra «Sunny Day», el nombre parcial de una de las canciones favoritas de Springsteen tanto de Jon como de su padre. Sin embargo, finalmente desistieron tras saber las largas colas a las que se tendrían que enfrentar. Una fila de tres horas que, definitivamente, no le hizo ni pizca de gracia a Jon, que no paró de demandar la presencia de Bruce Springsteen. «Él va a un colegio inglés y sabe mucho del idioma. Durante el tiempo que estuvimos esperando no paraba de decirle a los neerlandeses `I want to see Bruce Springsteen'. Sin duda se debieron quedar con la copla», comenta Xavi sin parar de reír.
Y ya por fin, tras la larga espera, con unos asientos privilegiados y los nervios a flor de piel, Jon se sube a la espalda de su padre para disfrutar de lo que será, sin duda, uno de los recuerdos de su vida: experimentar la magia de una de las mayores estrellas de rock del mundo en vivo y en directo. La carpa, que fue espacio para unas 60.000 personas durante esa tarde, rugió como nunca al ritmo de algunas de sus míticas canciones como Dancing in the Dark o Born in the USA. Y es que, más allá de ser una de las superestrellas del rock internacional, el ‘Boss' es bien conocido por sus generosos regalos durante sus actuaciones. Así lo demostró durante su concierto en Madrid, donde dio a alguien aleatorio del público la guitarra con la que actuó esa noche en la capital, sin duda un recuerdo para atesorar.
Esta característica del cantante es bien conocida por Xavi, puesto que es «una de las cosas que más me gusta de él. Al final es un artista que confía mucho en sus fans y no duda en mostrarse cercano». Sin embargo, nunca se llegaría a pensar lo que le iba a ocurrir aquella tarde: Springstenn sale del escenario, se acerca a Jon, saca su mano del bolsillo y le regala la púa que empleó durante la actuación. Él, con cara de asombro, y su padre, con una sonrisa de oreja a oreja, no dudan en aceptar su regalo y seguir coreando como si no hubiera un mañana. Un presente que, de hecho, fue público para todo el mundo, puesto que la cámara les pilló y lo retransmitieron en la pantalla del escenario para quedara constancia de la persona que logró llevarse un pedacito de la leyenda. «Ya casi todo el mundo conocía a mi hijo por la que montó en la cola antes para ver a Springsteen. Cuando bajó a las gradas mucha gente señalaba a mi hijo para que se acercara a él y le diera algo. Es una experiencia que, de hecho, todavía me cuesta aceptar. Sin duda no podría haber pedido un recuerdo mejor».
Xavi y su hijo llegaron la tarde del viernes de nuevo a Palma cansados, afónicos pero, por encima de todo, emocionados y contentos por el trozo de Springsteen que lograron llevarse a casa con ellos. «Enmarcaremos la púa junto a las pulseras de fron-row que nos dieron para el concierto. Si fuera por Jon se lo llevaría al colegio para enseñárselo a sus amigos, pero con algo así hay que hacer algo para no perderlo».
Ahora, Xavi y Jon, más fanáticos del ‘Boss' que nunca, no solo tienen un recuerdo que les ha unido más como padre e hijo, sino también un pedacito personal de una de las mayores estrellas de la música de todos los tiempos.