Siempre quiso ser diseñadora pero, «como les sucede a tantos otros, me insistían en que no servía para nada y no tendría un futuro seguro. Así que me formé en gestión financiera, entré a trabajar en un banco y, con la crisis de 2008, acabamos todos en la calle», explica Marga Pallicer (Palma, 1983) que, ante esta situación, con la evaporación de la supuesta seguridad vital, hizó lo que siempre quiso. Estudió Joyería Artística en la Escola d'Art i Disseny de Palma y, después de tres años en Madrid, trabajando en alta joyería, «probé esos trabajos en la gran ciudad que pensamos que son estupendos, y no. A mí, por lo menos, no me funcionó: todo el día trabajaba o estaba de camino», así como en una joyería del centro de Ciutat, inició su propio proyecto. Y en 2020, fundó La Palmesana, una marca inspirada en Mallorca, sus siluetas, su cultura y sus tradiciones, «yo creo las joyas, Mallorca la construye la gente. Mi trabajo es que lleven la Isla con ellos», explica Pallicer que, en enero de 2023, abrió su showroom en la Plaça Llorenç Bisbal.
Cuando trabajaba en esa céntrica joyería de Ciutat, Pellicer observaba como los turistas se llevaban piezas «con una conchita, una piedra turquesa... Se lo compraban para acordarse del viaje. Mi primera pieza fue el skyline de Palma. Fue la primera que repartí por tiendas del centro». La sorpresa llegó cuando Pellicer vio que sus joyas triunfaban entre el público local. «No había nada auténtico para el día a día que no fuesen los clásicos souvenirs, o firmas menos accesibles para el público general», razona la diseñadora, enternecida por historias que le cuentan en torno a sus creaciones, «cuando abrí el Instagram no paraban de llegar mensajes que ponían la piel de gallina. Hay quién las lleva al otro lado del mundo para recordar el tiempo en que vivieron en la Isla».
De plata, plata bañada en oro o acero hipoalergénico, las joyas de La Palmesana presentan un diseño minimalista y unos acabados depurados, «no es nada sofisticado a nivel técnico. Quise que tuviesen cierto aspecto comercial, con acabados trabajados y pulidos, con un acabado de espejo y las líneas depuradas. Consigo piezas portables y combinables: puedes lucir un dimoni al lado del osito de Tous», afirma Pellicer, que crea las piezas a mano en su taller, desde el proceso creativo hasta el calado, la soldadura, esmerilado y pulido de cada joya. También las personaliza con grabados láser, «lo que más vendo es el collarcito con la silueta de la Isla. Me reñían porque siempre grababa el corazón en Palma. Ahora lo puedo colocar en cualquier municipio». El deseo de la joyera es que La Palmesana «no solo sea rentable y viable para mí, sino que pueda generar empleo. Creo que en la Isla pasan muchas más cosas que el turismo. Creo en una Mallorca que fabrica y crea», expresa Pallicer que, volcando todo su cariño en cada pieza, seguirá creando pequeñas y brillantes evocaciones de la Isla.