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Humans 2.0: luz, sonido y poesía

Yaron Lifschitz, visionario del circo moderno y fundador de Circa Contemporary Circus, desvela las claves de este arriesgado espectáculo que se puede ver en el Auditòrium

Detalle de una de las coreografías del espectáculo. | Lesley Martin

| Palma |

The Guardian ha descrito sus audaces piruetas como «acrobacias de nueva generación», otros rotativos las tachan de «delicia visceral», y hay quien aventura que Humans 2.0, la última creación de Circa Contemporary Circus, «traspasa los límites de la acrobacia». No cabe duda de que esta peculiar compañía australiana sabe que se necesita un poco de locura para escapar del reino de lo ordinario. Y el público suele premiar la osadía, como demuestra su exitoso paso por más de 40 países, donde han expendido más de un millón y medio de tickets… y cabría sumar el alud de críticas favorables. Todo ese viento positivo hincha las velas de este espectáculo que aterriza en el Auditòrium de Palma entre el 12 y 13 de enero. Hablamos con Yaron Lifschitz, visionario del circo moderno, el denominado ‘nuevo circo', caracterizado por la complejidad extrema de sus números –potentes y conmovedores– mezcla de danza, circo y teatro, una sugerente amalgama que refresca y redefine los códigos del espectáculo.

Circo libre

Para quienes siguen sin tenerlo claro, ¿qué diferencia el circo clásico del nuevo circo? «Es un circo sin animales, con menos carpas y actuaciones tradicionales. Un circo libre para probar cosas nuevas», subraya Lifschitz. La acción de la luz y el sonido constituyen un elemento crucial en Humans 2.0, «nada se crea ni funciona de forma aislada, colaboro estrechamente con Ori Lichtik, el compositor, y Paul Jackson, el diseñador de iluminación, para dar forma a los distintos estados de este mundo teatral». Asegura que esta no es una pieza fácil, «los cuerpos y la música trabajan juntos para encontrar un equilibrio y buscar un momento de pausa y sincronización. Es emocionante de ver». Esa misma emoción, brotada de un mundo onírico, es la que se desprende de las propuestas del Cirque du Soleil, una comparación de la que huye. «Somos diferentes, nosotros somos más atrevidos, abstractos y tal vez más difíciles de categorizar». La comparación con la ‘factoría de los chicos del Sol' no le incomoda, pero tampoco le enorgullece. «Cirque, para mí, es como Starbucks, han sido muy influyentes y han abierto el paladar del público. Pero nosotros somos más como un establecimiento de café de especialidad, nuestros sabores son más intensos y no hacemos un circo grande y azucarado», zanja.

Lo cierto es que su espectáculo, que he repasado a conciencia en Youtube, supera el estándar de cualquier otro circo, evidenciando un voraz afán de superación. Y es que, en Humans 2.0, los actores se mueven en conectadas secuencias de acrobacias y ritmos rápidos, números de poética belleza que, desde el primer segundo, conducen al espectador a un viaje de sensaciones diversas, extremas, que pueden saltar de la ternura a lo salvaje, de la tensión al frenesí, desafiando permanentemente los límites del cuerpo humano. Una vibrante sucesión en la que la figura del público resulta clave. «Son ellos para quien creamos las obras, y me encanta que sean tan diversos, en una ciudad se sientan y miran hasta que estallan al final; en otra aplauden durante todo el espectáculo. Es fascinante». El fundador de la compañía espera que el público mallorquín «encuentre una función que sea una sinfonía grupal constante, en busca de orden y equilibrio, con momentos divertidos, tiernos, vulnerables y muchos que son emocionalmente impactantes».

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