Lino Salas, uno de los fundadores del Projecte Home, es pieza importante en el Teléfono de la Esperanza. El otro día hablamos sobre este. Sobre cómo son los voluntarios que trabajan en él, y las vidas que salva. «Con el Teléfono de la Esperanza colaboro desde hace más de 20 años. Cuando Tomeu Catalá y yo abrimos el Projecte Home, el 31 de agosto de 1987, nos enteramos de que el Teléfono de la Esperanza estaba funcionando desde el 24 de enero de 1986. Tomeu hizo el curso de el Teléfono de la Esperanza y luego nos animó a que lo hiciéramos nosotros».
— ¿Díganos, en pocas palabras, cuál es el cometido de el Teléfono de la Esperanza?
— Es el de permitir que las personas conozcan y manejen sus emociones. Es lo que años después se puso de moda bajo la denominación de Inteligencia emocional.
— ¿Cuál, o cuáles, herramientas utiliza para ello? Y no nos referimos únicamente al teléfono en si.
— La herramienta más importante para escuchar a la gente es la que denominamos escucha activa, la cual comprende escuchar, empatizar y sentir compasión, es decir, ponerse en los zapatos de quién llama.
— Una vez aplicada la escucha activa, ¿cómo reacciona el que llama?
— Pues al sentirse que no es rechazado ni juzgado, sino acogido, es capaz de descargar toda la crisis emocional que tiene. Y es que si determinadas personas sufren tanto, es porque la gente no le escucha, no les hacen caso.
— ¿Cuánto suele durar una llamada, entre lo que él cuenta y usted le responde?
— La media de cada llamada es de unos 14 minutos, excepto las llamadas por crisis suicidas, que suelen alargarse hasta los 25.
— ¿Los orientadores, o sea, los que toman la llamada, preguntan al que la hacen?
— Generalmente, no, lo cual agradecen. Lo digo porque el 75% de las personas que nos llaman, agradecen que se les haya escuchado y lo que se les ha dicho, cuando el realmente el orientador solo les ha preguntado el motivo de la llamada con la intención de animarlos a que lo cuenten todo. Y es que el orientador no da recetas milagrosas para resolver el problema del que llama, sino que trata de ayudarle a que reflexione y a que se dé cuenta que tiene recursos y habilidades suficientes para afrontar su problema, y una vez que los descubra sepa lo que tiene que hacer.
— Pasemos al suicidio…
— El suicidio es multi causal. Puede influir un problema no resuelto en la infancia o adolescencia, como, por ejemplo, una violación, un maltrato, etc., que aparece más adelante unido a otro problema, como un despido, una ruptura sentimental, una quiebra del negocio que tiene, lo cual se convierte en el detonante. Le daré un dato: antes de la pandemia, casos como le describo, hubo 3.600, ahora son más de 4.000. Todo, repito, al juntarse un problema de antes no resuelto con una crisis actual.
— Y entonces, ¿muchos de ellos acuden al Teléfono de la Esperanza?
— Sí, pero no todos tienen el mismo nivel suicida, porque, ¿sabe?, son tres los niveles de las personas que llaman. Los de ideación suicida, crisis suicida y acto suicida. Los primeros llaman diciendo que no los quieren, que se sienten solos, que nadie les hace caso. Los segundos, más decididos, te llaman y te dicen, entre otras cosas, algo así como la vida no vale la pena, o sufro tanto que me voy a quitar la vida. Mientras que los terceros, a los que, como he dicho, están en la fase a la que llamamos acto suicida en curso, son los que llaman cuando ya se han costado las venas, o se han tomado un tubo de pastillas, o han abierto el gas, es decir, cuando han iniciado el proceso del suicidio. La mayoría que llaman en estas circunstancias es porque quieren una segunda oportunidad.
— ¿Y son muchas las personas que llaman estando en esta fase?
— El año pasado, entre las tres fases, llamaron 229 personas, de las cuales, 12 pertenecían a esta tercera fase.
— ¿Y el resultado?
— De las 12 se salvaron las 12, y lo hicieron porque se arrepintieron.
— ¿Cómo se actúa en estos casos?
— Una vez que nos facilitan su domicilio, avisando a la policía y a las ambulancias.
— ¿En qué grado influyeron los que hablaron con ellos?
— En escucharlos y en dejar que se desahogaran.
— ¿Y en total, cuántas personas llamaron el año pasado?
— 4.844 personas.
— Hasta no hace mucho, ante un suicidio se guardaba silencio.
— Es verdad. Pero es que resulta que desde hace unos años a esta parte, según las estadísticas, el número de fallecidos por suicidio es muy superior al de accidentes de tráfico.
— ¿Nos puede dar algunas cifras referentes al aumento de llamadas por temática suicida al Teléfono de la esperanza?
— Si le vale, le diré que entre 2010 y 2019 atendimos a 335 personas que llamaron por ese motivo, y que entre 2020 y 2023 (de enero a junio), 672, lo cual hace que casi se haya duplicado el número de estas llamadas en estos tres años y medio.
— ¿Por qué el gobierno no invierte en publicidad anti-suicidio, como hace para evitar accidentes de tráfico, no fumar ni beber, aunque tampoco prohíbe ni lo uno ni lo otro?
— Nosotros, desde hace años, estamos pidiendo un Plan estatal de la prevención de la conducta suicida, pero, de momento, sigue sin haberlo. Y eso que la OMS, desde hace 20 años, pidió a los gobiernos que pusieran en marcha esos planes, pero solamente los países nórdicos lo hicieron.
— ¿Qué han detectado últimamente, a través de llamadas, que les preocupen?
— Que, sobre todo niños y jóvenes, están haciendo demasiada vida en el mundo virtual a través de los móviles, PlayStation, etc. Lo que les priva de mantener relaciones en el mundo real, lo cual, a corto plazo puede ser un problema.
— Tenemos entendido que en breves fechas harán un balance de lo que ha dado de si el año en cuanto a llamadas al Teléfono de la Esperanza.
— Sí, será en la sede del Teléfono de la Esperanza.
— ¿Nos puede adelantar algo?
— Sí, con motivo del Día Mundial de la prevención de la conducta suicida, presentaremos la campaña de prevención de suicidios, así como un informe de las llamadas que hemos recibido a lo largo del año.
— Por último, recomiéndenos un libro que tengan que ver con el suicidio.
— Sin duda, el de Viktor Frankl, El hombre en busca de sentido.