El Fandi abrió la puerta grande del Coliseo Balear después de cortar un apéndice a cada uno de sus toros en la corrida zapatista celebrada ante tres cuartos de plaza. Sebastián Castella, que falló con la espada en el quinto, el mejor de la noche, y Jose Mari Manzanares, que se ganó la oreja en el que cerró la noche gracias a su temple, completaron el cartel. El Fandi, que sustituía al lesionado Roca Rey, puso en pie al coso palmesano con su maestría en el tercio de banderillas para acabar a hombros.
La salida del primer toro resultó calamitoso. Salió por el callejón al no abrirse el pórtico y sembró el pánico entre los presentes en esa zona. El Fandi, sustituto del lesionado Roca Rey, arregló el desaguisado rodilla en tierra para deleite de un público entregado a la causa. Después de pasar por el picador casi rozando, el granadino hizo un quite que prendió la mecha del Coliseo para lo que estaba a punto de suceder.
Con las banderillas, el Fandi es puro espectáculo. Un genio que calienta las palmas a fuego lento con la diversidad de sus pares. Corriendo de espaldas, con el par del violín o retando al animal a la carrera. Siempre sale vencedor. El Fandi hizo las cosas con gusto y variedad y comenzó la faena de muleta rodilla en tierra. En la siguiente serie en los medios citó a distancia. Toreó con la izquierda pero el toro no daba para más. La estocada fue certera y la oreja, merecida.
En su segundo, el mejor de la noche y de 455 kilos, el Fandi volvió a encandilar al Coliseo con sus ganas. Su tercio de banderillas, con siete palitroques, puso al público en pie. Y en la faena de muleta tuvo temple para rematar recibiendo. La oreja le permitió abrir la puerta grande y convertirse en el gran triunfador. Demostró que tiene ganas de seguir llenando de ilusión las plazas. Llegó como el sustituto de Roca Rey y acabó saliendo por la puerta grande.
Sebastián Castella firmó un saludo marca de la casa. Con finura y valentía. Se intentó lucir con un quite que manchó el enganchón del toro. Un tercio de banderillas aseado de su cuadrilla precedió a una faena que no transmitió. Un susto de un aficionado en la grada enfrió su entrada a matar, que fue más eficaz que explosiva. Hubo fuerte petición de oreja pero se quedó en la ovación. Ni el toro ni la faena merecían más.
El francés quiso desquitarse en el quinto. Más largo y con más peso que sus hermanos. Castella saludó con torería para rematar con una media verónica. Había ganas de toros en la arena y la grada. El arranque de la faena de muleta llegó a los tendidos. Con los pies juntos, en el centro del ruedo, el francés congeló el ambiente con su quietud. Ni se inmutó cuando el animal le rozó en unos pases que cuajaron. Después de otra tanda más el toro protestó por el izquierdo. De nuevo por la derecha volvió a retomar la ligazón. Se fajó con el animal en el centro del anillo para deleite del público. El primer pinchazo enfrió el ambiente y estropeó su aliñada faena. En la suerte contraria tampoco acertó el francés que pasó de la gloria a los aplausos después de cinco pinchazos. El toro se llevó una merecida ovación mientras que el francés, cabizbajo, saludó a los aplausos del respetable.
José Mari Manzanares no tuvo suerte con el primero. Un Juan Pedro bajo, hondo y corto que no colaboró. El diestro alicantino no pudo hacer demasiado ante el animal, que asustó con algún cabezazo y miradas de reojo. La estocada bien mereció la ovación.
El diestro alicantino se encontró con un animal tan noble como flojo para cerrar la corrida. Manzanares lo intentó con ambas manos, buscó acompasar la embestida y no exigirle dándole tiempo y espacio. Había más torero que toro. Manzanares buscó el hueco con paciencia para finiquitar el festejo con una estocada hasta la bola que provocó la muerte inmediata y la petición de oreja. La grada se empleó a fondo y la autoridad no tuvo más remedio que conceder el trofeo.
La nota festiva de la corrida llegó en su epílogo. El artista Domingo Zapata también salió a hombros por la puerta grande acompañando al Fandi.