Hemos dejado pasar el día del Orgullo para contaros una historia, narrada por sus propias protagonistas, que tiene que ver con esta efemérides. O con lo que esta conlleva. Aunque ellas dicen que, con Orgullo o sin él, están unidas desde hace 22 años, y piensan seguir así hasta el final de sus días, luchando, si es necesario, contra quien, o quienes, se interpongan en sus vidas. Ellas son Ivonne y Blanca, nacidos Juan José y Jaime; nacidos, además, en un cuerpo equivocado, circunstancia que con los años han resuelto a través de hormonas e intervenciones quirúrgicas, Ivonne a cuenta de la Seguridad Social, Blanca por su cuenta, desembolsando 13.000 euros, que da por bien gastados, pues se siente completamente mujer… «Salvo que no puedo, podemos, tener hijos, pero… Bueno, ahora nos sentimos como lo que somos y hemos querido ser siempre».
Ivonne, siendo chico, estuvo casado y tiene dos hijos. «Cuando dimos el paso, la que sería mi mujer no sabía que era gay, cosa que yo tampoco tenía muy claro, pero dimos el paso y… Pues que de esa unión nacieron dos niños, hoy ya adultos, que no solo me quieren a mí, sino también quieren a mi mujer, Blanca». Como el matrimonio, pese a la buena voluntad que pusieron ambos, no iba bien, «porque yo –matiza– me casé habiéndome creado una personalidad hetero que no sentía, lo que hizo que el matrimonio fracasara», apostaron por la separación, lo que para Ivonne, entonces Juan José, significó comenzar una nueva vida, ya como gay –porque reconocerlo significaba dar el primer paso para ser trans–, y como tal, trató de ir descubriendo este nuevo mundo, cosa que hizo con cautela, pues después de haber salido del armario, no era cuestión de precipitarse.
Una noche fue a Black Cat, a la sazón sancta sanctorum del mundo LGTBI, donde su mirada se cruzó con la de Blanca, por entonces Jaime, un tipo guapo y musculado, pasando lo que tenía que pasar: un flechazo mutuo, ya que desde entonces no se han separado. «Fuimos sin prisas, paso a paso, poco a poco… Quiero decir que aquella noche no fue un aquí te pillo y aquí te mato, pues enseguida nos dimos cuenta de que, además de una atracción física, que la hubo, sentíamos algo más, que con el paso de las semanas se convirtió en amor, que aun perdura… Y eso que han transcurrido 22 años».
«He trabajado siempre»
Blanca, que viste un ajustado vestido de color anaranjado, sentada a su lado, asiente complacida. «A partir de ahí, hemos dado muchos pasos, siempre juntas. Por ejemplo: decidimos cambiar nuestros cuerpos de hombres por los de mujer, que era como nos sentíamos. Y también cambiar nuestro sexo. Por eso nos hormonamos, y luego nos operamos… Yo a través de la Seguridad Social, y ella, por no sé qué problemas burocráticos, por su cuenta, pero como trabajaba y tenía sus ahorros, lo pudo hacer». Sin embargo, Ivonne, que trabajó a lo largo de muchos años en una marmolería, al desaparecer esta, «y yo, habiendo llegado a una edad donde encontrar trabajo no es fácil, y encima viéndome el aspecto y mi cara… Pues que me he quedado en el paro… Menos mal que ella sigue trabajando…».
«En realidad –asegura Blanca– lo he hecho siempre. He trabajado como pescadera, camarera, en una tienda de embutidos…» Afortunadamente, por trabajo no estoy. Y tampoco tengo problemas para ello, pues en todas partes me consideran una mujer, y como tal me tratan». La pareja también ha pensado en el futuro. «Como ella no trabaja, y apenas tiene ingresos –dice Blanca, ante la mirada emocionada de Ivonne–, en el caso de que yo muera, ella se queda con la casa y con todos mis bienes. Vamos, que hemos hecho testamento, dejando lo de la una a la otra, y viceversa…. Aunque esperamos que eso, aplicar el testamento, se produzca dentro de muchos años».
«Mis hijos adoran a Blanca»
En cuanto a las relaciones familiares, no van mal. «Mis hijos, que ya son unos adultos, adoran a Blanca, y ella les corresponde. También me llevo bien con mi madre… En cambio con mi padre, que nunca aceptó que fuera mujer, por eso siempre me llamó por mi nombre de hombre, no es que no me lleve, es que no le veo… Bueno, sí, hace unos meses coincidimos en un bar, pero él ni me reconoció. Por supuesto, yo tampoco le dije que era su hija... ¿Para qué…?».
Mejorar por la vía reivindicativa
Respecto a qué les parece el Orgullo, ambas están de acuerdo en que es mucha fiesta, tal vez demasiada… «Creemos que no debería de ser tan festivo, pero sí más reivindicativo… Nosotras vivimos en un piso del barrio de La Soledat, rodeadas de vecinos que nos ven como lo que somos. Su relación con nosotras es buenísima, como la nuestra con ellos. Y no solo con los del edificio, sino con mucha gente de la calle. Y eso no lo hemos conseguido a base de fiestas, sino con el trato cotidiano, pero… Bueno, no seremos nosotras las que digamos nada en contra del Orgullo, puesto que estamos a favor de que seamos conocidas y reconocidas por todos, ya que aquellos tiempos ya han pasado, o cuando menos son mejores los de ahora. ¿Que todavía se puede mejorar? ¡Por supuesto! Pero más por la línea reivindicativa, y que nos apoyen todos los gobiernos». Que siguen estando enamoradas es algo que, aun queriendo, no pueden ni disimular, porque «lo estamos desde el primer día –asegura Ivonne–. La prueba de que el amor puede existir entre dos mujeres que nacieron en cuerpos equivocados, somos nosotras. ¡22 años juntas, y cada día queriéndonos más! Y digo yo, ¿hay algo en el mundo que pueda estar en contra de esto, de que nos queramos tanto?».