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Noventa años de historia

Juan Perelló es el propietario de este Ford A de 1929 que compró en Uruguay en 2003 y que ha restaurado con cariño

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Juan Perelló es un pensionista, que no jubilado, pues asegura que mantiene una gran actividad a pesar de su edad, por eso lo de jubilado no le gusta mucho que se lo digan. Entre sus muchas pasiones están los coches clásicos. Se considera un enamorado de estos vehículos, que empezó a coleccionar hace ya más de veinte años. Forma parte activa de varias asociaciones de estos coches y lo disfruta cada momento que está subido en los mismos.

En 2003 se embarcó en una de sus grandes aventuras, la compra de un Ford A y junto con un grupo de amigos empezaron la búsqueda de uno de ellos y consiguieron, no uno, sino tres, en Uruguay. Nos cuenta que el vehículo había llegado al país sudamericano procedente de Inglaterra, de ahí que tenga el volante a la derecha. Realizada la compra, los metieron en un contenedor y los trajeron a la Isla. Su Ford A es de 1929, con un motor Ford de cuatro cilindros con 3200 cc y unos 40 cv. Su principal hándicap es su consumo, unos trece litros por cada 100 kilómetros, pero tampoco es que sea mucho, ya que los kilómetros que hace no son demasiados y se lo puede permitir.

TRABAJO DE RESTAURACION
El coche cuando llegó estaba en muy mal estado, no era una chatarra, pero se le aproximaba bastante, de ahí que la restauración fuera larga y compleja, Unos cuatro años hasta dejarlo en perfectas condiciones y listo para disfrutar de placenteros paseos a una velocidad media de unos setenta kilómetros por hora. Los trabajos los llevó a cabo con un grupo de amigos que saben de esto y sin prisas, ya que quería que quedara como salido de fábrica y la verdad es que el resultado ha sido óptimo.

Su pasión por los clásicos comenzó hace unos 20 años cuando sus posibilidades económicas se lo permitieron. Además de este Ford A tiene un Triumph TR4, otra de sus grandes pasiones y como buen coleccionista no podía faltar una motocicleta. La marca elegida, Bultaco, y el modelo, una Metralla de 1942, que es su otro ojito derecho. Un coche de estas características necesita mucho cariño y un cuidado especial. Hay que hacerle circular lo suficiente para que todas sus piezas funcionen a la perfección y por ello lo suele sacar a dar una vuelta cada quince días. Normalmente sale con su grupo de amigos y también lo suele llevar a algunas de las exhibiciones que se hacen en muchas ferias de pueblos. A veces lo presta a algún amigo para que una pareja de novios pueda utilizarlo en el día más feliz de sus vidas, ya que sin duda alguna también tiene un encanto particular.

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