El histórico y conocido celler de Can Amer, en Inca, ha sido donado por su propietaria al Bisbat de Mallorca. La operación se llevó a cabo unas semanas atrás con total discreción, como solicitó la familia, y desde el ámbito eclesiástico no se ha querido valorar este extremo. Aún así, este diario ha podido saber que, entre las intenciones que maneja el Bisbat, figura la opción de crear una escuela de cocina tras la imprescindible rehabilitación del inmueble.
El celler y restaurante Can Amer cerró sus puertas en enero de 2020, después de que su responsable, Tomeu Torrens, anunciara que lo dejaba por la falta de acuerdo con la propiedad del edificio. «Llevamos 49 años encadenando contratos de cuatro años, nunca han querido vender ni hacer contratos más largos y, con cada renovación, nos suben el alquiler. Es un edificio viejo y necesitan unas inversiones que rondan los 200.000 euros para cumplir con la normativa, a lo que hay que añadir unos 40.000 euros anuales de alquiler», explicó Torrens pocas semanas antes de emprender una nueva aventura gastronómica en Lloseta.
El celler de Can Amer está incluido en el catálogo patrimonial de Inca y cuenta con un grado de protección que exige la conservación estructural del espacio. Entre los elementos destacados a preservar se incluyen las botas congrenyades, los pavimentos de piedra y el cuello de cisterna que tiene la inscripción ‘1909’ en la piedra viva. Una de las características más conocidas del celler son los seis pilares octogonales y los dos accesos desde el carrer de la Pau y de Miquel Duran, con escaleras de piedra viva.
Como negocio dedicado a la venta de vino, el Arxiduc Lluís Salvador lo mencionó como uno de los cinco de Inca con mayor producción. Fue en 1971 cuando Pep Torrens y Antònia Cantallops lo reconvirtieron en restaurante y en un referente de la cocina mallorquina, con una carta que se recitaba de memoria y como un atractivo turístico que se extendió a los demás establecimientos de similares características repartidos por la capital del Raiguer. Tomeu Torrens tomó las riendas del negocio en 2005, siempre destacando el trabajo que realizó su madre, innovando en recetas y adaptándolas a los nuevos tiempos, y su padre, que trabajó hasta los 83 años.
El pasado mes de diciembre, el Ajuntament precintó el edificio por riesgo de desprendimiento tras un fuerte temporal.
ma non troppoY la iglesia de Inca cree en su a yuntamiento a pies juntillas….