En el centro de Mallorca, más allá del bullicio turístico, se extiende un rincón olvidado por muchos pero venerado por quienes lo conocen: Lloret de Vistalegre. Este pueblo, que algunos insisten en llamar cariñosamente 'Llorito', ofrece un vistazo a la auténtica vida mediterránea, alejada de postales convencionales y saturadas. Aún resuena el eco de tiempos musulmanes en los nombres y costumbres, guardando celosamente su esencia histórica.
De Pou de Llorac a Jaume I: un viaje histórico
Lloret de Vistalegre se enorgullece del Pou de Llorac, un pozo que no solo abastece de agua sino de identidad cultural. Situado en el antiguo bosque de Sa Comuna, este pozo es una declaración audaz de su posición central en la isla, proclamada en latín sobre su superficie de piedra. Hic Maioricae Medium, reza su inscripción: esta es España en su forma más fiel, uniendo historia viva con la actualidad.
Desde el siglo XIII, tras la conquista de Jaume I, Lloret de Vistalegre experimentó cambios significativos en su estructura social y territorial. No es solo un espacio geográfico, sino una comunidad que se entrelaza con la historia europea. Su ayuntamiento actual es un reflejo del antiguo convento de dominicos, cuyo espíritu sigue impregnando las calles empedradas que se extienden en tiradas rectas desde la plaza principal.
El corazón verde: Sa Comuna
El pulmón verde de Sa Comuna no es solo un lugar de respiración física, sino una exhalación cultural. Proclamado como protegido desde 1927, este bosque es un mosaico de sombras de encinas y pinos, un refugio para celebraciones tradicionales que resisten el paso del tiempo. Aquí, cada sendero resuena con la historia del lugar, susurrada por el viento entre los árboles centenarios.
De todas formas, la verdadera riqueza de Lloret de Vistalegre no es solo geográfica. Esta área actúa como un contrapeso a la Mallorca dominada por turistas. Esta parte de la isla es una oportunidad para reconectarse con uno mismo, donde el bullicio moderno cede el paso a un diálogo silencioso entre la naturaleza y la historia. Desde la terraza del olvidado monasterio con las mejores vistas, hasta los caprichosos gorjeos de los gorriones, Lloret es un canto a lo perdurable.
¿Y de donde debían venir esos primeros que le llamaron Manresa?