En mitad de una intensa oleada de racismo azotando el país; con el conflicto de los Menas, las pateras, las acusaciones, los delincuentes reincidentes o los estallidos raciales que se suceden en diferentes puntos de la isla, aparece una luz. La que emanaba de la tímida y sencilla publicación de Mohamad Zutot, de 18 años de edad, hijo de Mustafá Zutot, un sirio con más de veinticinco años de experiencia en la construcción de un arte muy querido y conocido en Baleares: la pedra en sec. Un 'post' que se publicó en redes este lunes y que, sin duda, ha generado una reacción totalmente contraria a la vorágine negativa de estos días.
Mohamad eligió un grupo autóctono para publicarlo, uno de esos de ‘No ets de Porreres si no…’ y escribió, en catalán, un mensaje sobre las disciplinas en piedra que trabaja su padre, acompañado por numerosas fotografías de las obras realizadas tanto en el municipio en el que residen como en Siria y el Líbano. «Lo quise hacer en mallorquín porque lo hablo ya un poco, lo entiendo todo, pero para escribir y hablar mejor cuando estoy a solas y puedo concentrarme», explica tímidamente Mohamad. Trabaja y estudia desde los trece años y habla un perfecto español a pesar de haber recibido nada más que un curso de dos meses cuando llegó al país.
Los 'margers' sirios
El padre de Mohamad, Mustafá Zutot, tiene 43 años y no habla nada de español; por eso su hijo actúa como el intérprete familiar. «Hace seis meses que mi padre se ha hecho autónomo y quería ayudarle a recuperar su profesión, el trabajo que hizo en Siria y Líbano durante más de 25 años. Le encanta hacerlo y estábamos pensando en cómo encontrar clientes en la isla», explica el joven traductor.
Éste fue el post que Mohamad decidió compartir en Facebook:
«La gente ha reaccionado muy bien, les gusta lo que hacemos y me alegra mucho que lo valoren porque es un trabajo muy manual y tradicional. Los arcos cruzados han gustado mucho, mi padre era casi el único que los hacía allí y nos han dicho que en las islas no quedan demasiados, unos cinco o seis profesionales artesanos».
Se trata de un trabajo que debe hacerse a mano «para que quede bonito» pero además, requiere una serie de mediciones y juegos de peso que garanticen la seguridad de la estructura. Por ello, la valentía del joven sirio al promocionar a su padre le ha valido por un buen puñado de interesados: «Nos han llamado para hacer un horno de piedra, también una pared; estoy feliz porque pensábamos que no íbamos a llegar a nada y ha funcionado», narra sinceramente. Su respeto y ternura se transmiten en su publicación, gracias a ello su 'post' se ha compartido ya más de 200 veces, tiene 1100 likes y decenas de comentarios; todos ellos, positivos. Una circunstancia que se agradece en los tiempos que corren, sobre todo, por el mensaje que logra transmitir el joven, captado por la mayoría de respuestas que ha recibido.
Así han respondido algunos usuarios de las redes:
Una historia de migrantes
La familia es originaria de Siria pero hace más de trece años que vive fuera de su país a causa de la guerra. «Estuvimos en Líbano unos doce años, la situación empezó a complicarse allí también y nos surgió la oportunidad de venir a Mallorca, nos ayudaron para llegar a España», explica el joven. «Hemos sufrido mucho al principio porque cuando llegas nada es como creías, todo es diferente y cada uno hace lo que puede».
Los seis miembros de la familia, Mohamad con 18 años y sus hermanos de 17, 9 y 5 el más pequeño; junto a sus padres, vivieron en un centro de la Cruz Roja durante los primeros meses; «tras un tiempo determinado nos dijeron que teníamos que salir y encontrar una casa y me puse a buscar por todo, casi medio año buscando y no había manera. La suerte es que mi padre trabajaba con un mallorquín y le habló de la necesidad que teníamos de encontrar una casa, en ese momento ya nos habíamos ido del centro y estábamos de acogida temporal con un conocido sirio que vivía en Palma. Finalmente, apareció el que ahora es nuestro hogar en Porreres; nos gusta mucho, la gente es muy agradable», continúa el joven.
Todo salió bien pero, por el camino, se les apareció un compañero de viaje nada deseado: el racismo. «Es un problema muy grave y lo sufrimos mucho, tanto yo como mi familia», dice Mohamad. Nos cuenta que en Mallorca «no lo he sufrido tanto, fue peor en Líbano». Los conflictos religiosos entre musulmanes, judíos y cristianos, se sucedían constantemente. «Los sirios no emigran mucho a España y si vienen no es por ninguna ayuda como dicen sino por el clima y por la gente. Habitualmente se mueven más hacia Alemania, Bélgica, Países Bajos. Muchos cruzan ilegalmente, por los bosques en este caso y entiendo que se tengan que buscar soluciones pero claro ¿cuáles? En Siria no se puede vivir, en Turquía tampoco; tenemos allí a mi tío y lo está pasando peor por el racismo que sufre que por la guerra que dejó atrás», apunta el joven sirio.
De hecho, según su testimonio, su tío se encuentra viviendo en una fábrica, sin papeles para poder salir del país, con todos los dientes rotos y mucho dolor en la espalda a causa de una lesión grave. «No puede ni ir al hospital ni a ningún médico, no le dan papeles, no le permiten ir al hospital a tratarse la espalda, no nos dan solución; hace meses que he alertado a Cruz Roja sobre su situación y, de momento, no hay alternativa. Ojalá le tuviéramos aquí con nosotros», dice Mohamad emocionado.
Integración total
La familia vive en una casa ubicada en el municipio de Porreres; por la que pagan 750 euros, aunque la comparten con la propietaria, que vive en la planta de abajo. «Estamos viendo si podemos encontrar otra vivienda para vivir los seis juntos, porque no podemos compartir para siempre».
Ya se están encontrando problemas para hacerlo. «Lo primero, el precio, es carísimo. Luego te dicen que máximo cuatro personas, de seis no quieren saber nada. Piden mínimo unos 1100 euros al mes y le suman dos meses de fianza, mi padre no tiene opción a reunir tanto dinero en un sólo pago; nos rechazan una y otra vez», cuenta. Eso sí, saben que sea donde sea, harán buenas migas en el vecindario. «Mi madre hace una comida siria fantástica, casi todo Porreres la ha probado ya», desvela Mohamad.
A pesar de que el joven lleva ahora el peso económico de la familia junto a su padre, la mitad del año la destina a estudiar y la otra mitad a trabajar. Quiere ser médico y su explicación es otro ejemplo de integración y convivencia: «No tengo ninguna forma de ayudar a la gente en Siria, no hay nada que yo pueda hacer, excepto si soy médico; siendo sirio, podría organizar un grupo de médicos e ir a las ciudades a ayudar a las personas que lo necesiten, ése es mi objetivo».