Llamados a la acción por Moviment Alcudienc, una cincuentena de personas se reunieron el pasado 5 de julio para debatir sobre el modelo turístico de Alcúdia. Ahora, se han unido como grupo local de ‘Menys turisme, més vida' y su portavoz, Maria Ferrer, explica cuál es su visión y sus objetivos.
¿Qué le ha llevado a montar o impulsar una grupo local de ‘Menys turisme, més vida'?
—La movilización ciudadana a nivel autonómico que está creciendo y que exige el replanteamiento del modelo económico actual y de la regulación de la vivienda, sin duda fomenta que a nivel local cobre sentido este espacio de reflexión sobre el pueblo que queremos.
¿Qué impacto tiene este modelo económico?
Es insostenible y por eso hablamos de un cambio. Nos lleva cada vez a una masificación mayor, a un aumento de población, a un ritmo inasumible y a unas condiciones laborales precarizadas. Los datos son claros, en los últimos 20 años hemos perdido poder adquisitivo, calidad laboral y calidad en los servicios públicos que, ante unos recortes por parte del gobierno, son incapaces de asumir la demanda que exige la temporada.
Alcúdia es uno de los municipios de las Islas con más alquiler turístico vacacional. ¿Cómo os afecta este hecho concreto?
—Genera un aumento del precio de la vivienda, que a su vez ha provocado el desplazamiento de los vecinos que siempre han vivido aquí a otras localidades como por ejemplo Sa Pobla. Comprar una casa en Alcúdia hace años que no es una opción y un alquiler es imposible porque las pocas casas que se destinan a la vivienda habitual están a precios demasiado elevados para la mayoría de bolsillos.
¿Habéis notado un proceso de gentrificación en el municipio?
—Sí. El comercio local, en los último años, ha ido desapareciendo mientras que los establecimientos destinados a la restauración y tiendas del tipo souvenirs no han hecho nada más que aumentar. Las plazas están llenas de mesas de restaurantes y donde antes había tiendas ahora hay restaurantes gourmet y carteles luminosos. Ello condiciona la vida de los residentes quienes han tenido que renunciar en las zonas públicas donde se relacionaban los mayores y los pequeños jugaban. Además la mayor parte de los establecimientos cierran a partir de octubre, lo que indica que son lugares pensados para satisfacer las necesidades de los turistas.
¿Qué haríais para cambiar esta sobreocupación?
—Impulsar una ordenanza reguladora de la ocupación de la vía pública más restrictiva. Proponemos llevar a cabo, con efecto inmediato, una reducción muy sustancial de las terrazas, mesas y sillas, y otros elementos que impiden la libre circulación y el uso de los espacios públicos por parte de los residentes.
¿Es Alcúdia un pueblo vivo en el sentido sociocultural?
—Vivir en un pueblo que es ‘fantasma' durante seis meses y donde hay hiperactividad durante la temporada turística es una experiencia. Cuando todos los esfuerzos políticos se destinan al turismo, hay otros que se descuidan. La acogida de las personas que llegan de otros lugares, la promoción cultural, la salud y ocio de la juventud del municipio, entre muchos otros. Aun así hay grupos que hacen mucho trabajo para que este sentimiento de panxa rotja no desaparezca, como la tercera edad o el Sarau Alcudienc. Entidades locales que promueven la lengua y la cultura del pueblo.
Proponéis limitar el acceso de los turistas a ciertos puntos saturados, ¿cuáles son?
Sobre todo los espacios naturales como la Victòria, el Puig de Son San Martí, algunas playas que antes eran desconocidas por los turistas pero que las redes sociales han popularizado. También el centro histórico del municipio y en especial las murallas de Alcúdia.
¿Veis viable un cambio real?
—El gobierno de Alcúdia es muy conservador y no ha demostrado nunca que esta cuestión le importe. Tampoco el que lo precede. Las élites económicas hoteleras tienen un gran poder y esto dificulta mucho poner freno a este modelo económico basado en el turismo de masas y casi diría que en la expropiación del espacio público. Los ciudadanos perdemos derechos y libertades a expensas de sobrevivir a un modelo al cual le estorbamos.
¿Veis al actual Consistorio, que gobernará todavía tres años más, como un aliado?
—No, de ninguna forma. La unión de PP-VOX no ha llevado nada bueno en las Baleares y en nuestro municipio, desgraciadamente no creemos que sea una excepción. Por ello, la importancia de este grupo es incidir en las medidas municipales que se tomen ahora.