Hay una avalancha invisible de personas que buscan vivienda, ya sea de alquiler o de compra, a precios razonables. Ante la precio actual del mercado y con la desesperación absoluta de los residentes, en Palma afloran en las calles carteles en los que se palpa ese estado de ánimo: «Soy mallorquín y buscamos casa para comprar mi mujer y yo. No podemos pagar a precio de guiri». Ojo, no es un cartel trampa de ciertas inmobiliarias o inversores sin escrúpulos que intentan incautos que quieran vender su vivienda. Son residentes que han renunciado a los anuncios de Idealista. Detrás de esa llamada de auxilio hay un residente que pide dignidad y respeto.
El cartel está visible en la Avinguda Argentina y advierte que «no podemos pagar a precio de guiri, solo hasta 180.000-200.000 euros aproximadamente. No nos gustaría tratar con especuladores, solo con personas honestas que entiendan la situación actual. Y que den coherencia a la realidad mallorquina». Carlos Pascual, autor de este cartel, asegura que «buscamos precios decentes, de mallorquín y no de alemán». Afirma que no ha faltado a ni una de las manifestaciones por el precio de la vivienda, así que hoy volverá a salir a la calle. «Ahora mismo tengo un alquiler pagable pero mi pareja y yo queríamos comprar. Antes había pisos por 130.000 euros en Palma y ahora piden 350.000. Y todo esto se ha disparado en cinco años».
Carlos trabaja en la tienda Switch People, en Santa Catalina. «¿Has visto el barrio? Somos casi los únicos que quedamos. El café con leche está a 2.80 euros, este barrio es guirilandia. Y el tema de la vivienda está muy jodido». Su pareja, que es profesora, está destinada a Ibizaa. «Me dice que nos vayamos a Canarias, pero yo soy más mallorquín que la sobrasada», dice Carlos, que no duda en culpar «a todos los políticos. Todos culpables. Nadie ha metido mano a esto».
Él tiene clara la solución: «Limitar la compra a los no residentes. ¿Has visto cuántas inmobiliarias hay? Y vas a comprar una casa por 190.000 euros en un terreno y resulta que no tiene papeles, te intentan vender cuchitriles alegales, sin cédula de habitabilidad». Carles dice que «ya no quiero vivir en Palma. Cuando vienen los petroleros [así llama a os cruceros] esto parece el Dijous Bo». En ese momento entra en la tienda una familia de cruceristas que ojea unas gafas de sol: «Estos no compran nada, solo toquetean y ya está». Y acierta en su diagnóstico. Se van sin gastar. Añora los pambolis de Santa Catalina, «la vidilla de las calles y las plazas. Ahora son todos guiris haciendo yoga» en el parque de sa Faixina. Y ese malestar social, dice, provocará que «al final pase algo. Hay que manifestarse. Tengo amigos que venden su casa y se van. Y el que tenga hijos, que sepa que se van a tener que ir».
En otro barrio, un cartel con el título de ‘Hola, vecina’, hace un llamamiento para encontrar un alquiler antes de octubre. La pareja pide anonimato, temen repercusiones. Pero también acudirán a la manifestación convocada para este domingo a las seis en la Plaza España. Un joven mallorquín cuelga otro cartel en un barrio del Eixample. Busca una habitación asequible. «Tengo 43 años y no puedo comprar ni alquilar solo. Al final estoy pagando 500 euros por una habitación». Reconoce que ha tenido que pasar por muchas preguntas, «la gente es muy racista».
Facebook tampoco es ajeno al drama que se vive en Palma y se ramifica por la Part Forana. Andreas Fritzen y su mujer, de origen hispano-alemán, lanzaba una llamada de auxilio en un grupo de búsqueda de vivienda en esta red social. Tras ocho años viviendo en Palma, el dueño le ha pedido a él y a su pareja abandonar su vivienda «supuestamente para uso propio con un desalojo forzoso. En pocas semanas perderemos todo lo que tenemos». Y buscaba en las redes un alquiler de hasta 1.300 euros.
Después de semanas de búsqueda, advierte que «lo que está ocurriendo en Mallorca en los alquileres a largo plazo no solo es un escándalo. Es una farsa ilegal, profundamente degradante en un supuesto estado de derecho europeo». Denuncia la existencia de viviendas que «amenazan la salud y la seguridad, carecen de muebles, baños dentro de cocinas». En cuanto a los precios, los califica «como para un chalet de lujo en los Alpes suizos para viviendas que serían consideradas inhabitables en Alemania».
Este ciudadano alemán se escandaliza ante «el truco ilegal de las agencias de los contratos limitados a once meses para esquivar de manera sistemática las leyes de alquiler actuales». Y luego, denuncia, «el juego popular de la casa de vacaciones: de repente se considera de temporada» por lo que se suben los precios según el mes de residencia. Pagos de alquiler por adelantado por un año, «muebles mohosos de los años 60, un infierno vintage. El que se queja es descalificado».
Fritzen afirma que «el sistema apesta» y denuncia que «deliberadamente sortea las leyes, pisotea la dignidad humana y empuja a las familias al problema de la vivienda». La usura y en negocio salvaje, lamenta este alemán, campan a sus anchas. Un compatriota le contesta en alemán y confirma los motivos de queja: «Querido Andreas, desafortunadamente tienes toda la razón. Para mí, como agente inmobiliario, el mercado de alquiler ya no es aceptable».
La desesperación también se palpa en las inmobiliarias. Los papeles en las calles y los anuncios en Instagram se multiplican. En el mismo Paseo Mallorca, una inmobiliaria lanza una cuestión: «¿Tienes una propiedad en el Paseo Mallorca-Avenida Argentina? Tengo compradores reales esperando para comprar una vivienda aquí». El truco, como hacen muchas agencias, está en tentar y atraer al que ha pensado en vender o el que solo quiere saber cuánto vale la casa. Los precios desorbitados hacen que algunos propietarios que no se lo habían planteado, al final decidan vender.
En Instagram se multiplican los anuncios de inmobiliarias desconocidas que hacen un llamamiento: ¿Intentas vender y no puedes? Nosotros lo conseguimos en diez días». El problema es que en Palma, y también en el resto de la Isla, apenas queda nada para vender o alquiler.
La agente inmobiliaria Natalia Bueno, que está a punto de irse de la Isla para emigrar a Galicia, reconoce que «entra mucha gente a la oficina buscando un alquiler asequible pero solo puede llegar al 40 por ciento de sus ingresos. Si una pareja cobra en total 3.000 euros, solo puede como máximo 1.200 euros». Unos precios impensables ahora mismo. Por eso Bueno advierte que solo hay tres soluciones: «alquilar una habitación, ponerse en las listas del Ibavi o irse de Mallorca». Bueno, que lleva décadas en el mercado inmobiliario, advierte que «esto es un drama y la gente se quiere ir. Me dicen que les busque algo en el norte de Mallorca pero yo no quiero ser más agente inmobiliario. Esto va a explotar en cualquier momento».
Carlos lo tiene claro: «Esto huele a la burbuja de 2008». La desesperación y la rabia se refleja en los carteles que cuelgan en las calles. No extraña, pues, que las protestas vuelven hoy a Palma.
jeppeA todo lo que dices únicamente contestaré esto: Se te va la pinza enormemente pues yo no he dicho en ningún momento que alguien que viva de alquiler es inferior, lo que he dicho es que esas personas no han previsto su futuro y, sinceramente, en una CCAA como la nuestra donde no falta el trabajo, que es una isla con espacio finito y que no para de venir gente, eso es de ser tonto y mal previsor.... Lo que decía en mi mensaje y que voy a decir de otra manera es que pensar que el alquiler va a estar en un precio estable o asumible sabiendo que existe el IPC, que los salarios suben poco, oferta y demanda, etc., durante 60 años por decir algo es de tontos y de gente que no piensa, prevé ni planea su futuro. Curiosamente, a principios de siglo hasta 2008, esos mismos locos o similares se lanzaron a comprar vivienda a 40 años hipotecándose por un 130% o más, también pensaban que sus salarios durarían todos esos años a ese nivel o superior, la realidad es que ya sabemos que paso luego. La HISTORIA está llena de ejemplos, se repiten una y otra vez, y está al alcance de cualquiera aprender de ellos y no volver a cometer los mismos errores o con matices similares, pero claro, no es guay, mola más llenar bares, deslizar pantallas y planificar findes….