El alcalde de Palma, Jaime Martínez, se ha comprometido este jueves con los sindicatos a acordar y aprobar un nuevo plan de ordenación de la Policía Local antes del verano. El máximo representante municipal mantuvo ayer una reunión con todas las organizaciones sindicales, después de que UGT manifestara, la semana pasada, su malestar por un encuentro del alcalde con CCOO, CSIF y SPPME, «dejando de lado a los otros dos sindicatos» (la propia UGT y ATAP).
Desde Cort recordaron ayer que la Policía Local se rige a día de hoy por un plan aprobado hace 15 años, «que ha quedado obsoleto y resulta insuficiente para dar respuesta a las necesidades de una ciudad como Palma». El nuevo plan pretende «mejorar la organización interna del cuerpo, optimizar los recursos disponibles y reforzar su capacidad operativa». UGT también reclama incluir en las negociaciones una adecuación salarial, y «de implementación inmediata».
Desde UGT criticaban que «se han creado unidades de la nada», cuestionaban determinadas instrucciones de servicio y que «se deja a su suerte a unidades como la nocturna con poco personal a la espera del plan que nunca llega y ya estamos hartos de excusas, de engaños y falsas promesas por parte de la administración».
¡Ay, el pobre hombre! Con todo lo que ya ha prometido —y no ha cumplido ni medio saludo—, pero eso sí, no se pierde ni una fiesta, ni una comilona, ni una de esas “negociaciones fantasma” que nunca terminan en nada. Lo de limpiar las calles... eso se lo deja a la madre naturaleza, que para algo están los hierbajos creciendo a sus anchas por donde les da la gana. ¿La policía de barrio? Desaparecida en combate. Y por las tardes parece que se van todos de siesta colectiva, porque ni una patrulla se ve. Pero eso sí: ¡que no falte la comida de homenaje al señor, ni la fiesta de rigor! A esas va como un clavo. Y lo mejor: promete asistir a la próxima… ¡y esa sí que la cumple! Ya veremos qué fortuna amasa cuando lo echemos del cargo a golpe de urna, porque de otra forma no hay quien lo saque. Total, que somos una panda de cobardes, incapaces de salir a protestar ni por un bocadillo frío.