Tuvo mucho que ver la benigna meteorología, que por primera vez en años tuvo clemencia con los llonguets y no llovió. Pero lo cierto es que en la Revetla de Sant Sebastià, celebrada justo hace una semana, la sensación es que se habían batido récords de asistencia. Un síntoma más del incremento demográfico del municipio. La Palma repleta se ha hecho realidad en apenas veinte años. Los llonguets se han multiplicado y la población se ha disparado un 26,1 por ciento. Según cifras del Servei de Población del Ajuntament de Palma, el año pasado se habían contabilizado un total de 479.059 habitantes, frente a los 379.898 de 2004.
Pero lo interesante viene al diferenciar entre aquellos que tienen nacionalidad española y extranjera. El año pasado había 406.530 mayores de edad en Palma, de los cuales 293.202 eran de nacionalidad española (el 72,12 por ciento de los palmesanos) frente a los 113.328 extranjeros (el 27,88 % del total). Hace veinte años, de los 313.261 habitantes de Palma que eran mayores de edad, había 269.196 españoles y 44.065 extranjeros, que suponían una cuota del 14,07 por ciento. El crecimiento de estos extranjeros es del 157 % en veinte años.
El catedrático emérito de Geografía Humana de la Universitat de les Illes Balears (UIB), especialista en demografía que acuñó el término ‘angustia residencial’, advierte que «el crecimiento de Palma, así como en Balears, no se debe a una diferencia entre natalidad y mortalidad, sino a la inmigración en un 90 por ciento. Y al revés de lo que ocurría hasta la mitad de los 90, gran parte no es peninsular, sino extranjera».
Salvà hace una diferenciación entre «la inmigración por motivos económico-laborales, que suele ser llevada a cabo por latinos, marroquíes o asiáticos, de la inmigración del norte, que vienen a trabajar a empresas turísticas o a residir, caso de ingleses, alemanes o suecos. Salvà aclara que Balears, y por tanto Palma, está imitando el modelo de Nueva California: «Hay una inmigración laboral, que es la de los latinos, otra cualificada, en Silicon Valley, y una tercera de jubilados americanos». Palma cuenta con este mismo modelo.
La presencia tanto de unos como de otros es muy visible en Ciutat. Salvà advierte que «los europeos ya han comprado barrios enteros. A los colegios públicos de Nou Llevant acuden los hijos de los inmigrantes pero luego, allí mismo, se ve el contraste de los edificios de lujo comprados por europeos del norte que ninguno de ellos ni los profesores puede comprar». Salvà detalla que «las nacionalidades más abundantes en Palma son la marroquí y la colombiana, que trabajan en la construcción y la hostelería».
Así lo confirma el cónsul de Colombia en Balears, Rafael Guillermo Arismendi. «En 2021 había 17.000 colombianos en las islas y en Palma es donde más se concentran. En 2024 hemos pasado a 35.000 y se ha convertido en la segunda nacionalidad más abundante». Los colombianos se han integrado en el mercado laboral de la isla y especialmente en Palma, en concreto en la construcción, jardinería, la hostelería y el cuidado de mayores. «También tenemos muchos profesionales de medicina de origen colombiano y algunos con cargos de alta responsabilidad», asegura Arismendi. Pero esta inyección de mano de obra no consigue suplir la demanda. «Tenemos a muchos profesionales titulados que se adaptan al llegar a la isla», dice el cónsul.
Otro perfil muy diferente es el de los europeos que vienen a Palma. Sergio García se dedica a impartir cursos de español a extranjeros residentes mientras dan paseos por la ciudad. «La mayor parte de los alumnos tienen entre 45 y 65 años y provienen de Suecia, Alemania, Dinamarca, Gran Bretaña, Polonia o Francia. Vienen aquí porque se han comprado un apartamento o lo han alquilado. Es su lugar de escapada cuando en su país hace frío y optan por la ciudad en primavera u otoño. En verano, cuando hace calor, se escapan a su país», explica. La mayor parte de ellos «viven en Santa Catalina, Blanquerna o en el centro. Están a punto de jubilarse o trabajan a un ritmo más pausado, lo que les permite venir a la ciudad gracias a las conexiones aéreas. Estamos solo a dos horas y media», dice.
«La inmigración es necesaria para la ocupación, dependemos de ellos. Así que la pregunta que nos hacemos es: ¿Cuántos extranjeros necesitamos?», plantea Salvà, que advierte que «hay una inmigración que necesitamos para el trabajo pero que rehusamos. Sus hijos se integran con nosotros en los colegios públicos. Los que nos hacen la competencia son los del norte porque hacen el trabajo que nosotros queremos: el de calidad».
Para que luego digan que ese no es el problema ..