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EMERGENCIA HABITACIONAL

De vivir en un parque a una autocaravana: Cort desahucia a la familia de Son Malferit

María y Ramón, que tienen dos niños de 4 y 14 años, denuncian que la oferta de servicios sociales les obliga a abandonar su empleo

María y Ramón abandonan el parque acompañados de Ezequiel

| Palma |

Tras varios intentos y posteriores retrasos, finalmente este martes 7 de enero el Ajuntament de Palma ha procedido al desahucio de la familia que vivía en el parque municipal de Son Malferit. Además de efectivos de la Policía Local se encontraban trabajadoras sociales y operarios de Emaya, que iban a proceder a la limpieza del solar que ahora se convertirá en un punto verde y en un punto negro para autocaravanas. María y Ramón, la pareja que ha estado meses intentando buscar una alternativa, finalmente ha desistido de ir a un albergue y se ha trasladado a una caravana aparcada a las puertas del parque que durante seis años ha sido su domicilio.

A las nueve y media de la mañana estaba previsto el lanzamiento y pese a que María intentaba ganar más tiempo, en esta ocasión el despliegue de técnicos ya daba a entender que se habían agotado todos los plazos. Junto a ellos se encontraba su hijo Ezequiel, de cuatro años, mientras que su hijo mayor, de catorce, este martes había ido a clase en el instituto, que al salir de clase se encontrará con una mudanza a una pequeña caravana para cuatro personas, a dos pasos del asentamiento de Son Güells.

Acompañada de Ángela Pons, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), y de la concejala de Podemos, Lucía Muñoz, María habló con las trabajadoras sociales, donde mostró su enfado porque «lo que nos han ofrecido no es una vivienda es un albergue. Con las limitaciones de horarios que nos imponen es imposible que podamos trabajar vendiendo en los mercadillos», se lamentaba María, que denunció que se le habían denegado ayudas en cinco ocasiones y ya mostraban su desconfianza a apuntarse a las listas del Ibavi.

Con ellos se encontraban los ocho perros y dos cachorros. «La gente los abandona, los tira por la barrera y nosotros los vamos recogiendo», contaba Ramón. Dos vehículos de Son Reus recogieron a los animales. Ezequiel comenzó a llorar en ese momento, quería llevarse a todos los perros para su autocaravana y ahí intervino Ángela Pons, que iba vestida, como siempre, con su camiseta naranja reivindicativa: «Vamos a despedirnos de todos los perros, uno a uno, y les vas a explicar que ahora se los llevan a vivir a un sitio con piscina, con comida rica y otros animales muy simpáticos». Ezequiel se quedó más conforme a medida que hablaba con ellos y les explicaba la mudanza, mientras su madre llora a escondidas.

María y Ramón, presos del nerviosismo, iban desalojando como podían lo más valioso: la nevera, la televisión, una maleta con herramientas para vender en el mercadillo de Son Fusteret... Gran parte de sus pertenencias se han ido repartiendo en casas de conocidos. María grita enfadada, «¡tenemos cuatro trabajos!», pero saben de sobra que no tienen ingresos suficientes para alquilar un piso y tampoco pueden acceder a una habitación porque no aceptan niños. Llevan meses pidiendo un terreno pequeño de alquiler para poder poner los trastos que venden en el mercado y vivir allí, pero no ha salido ninguna oferta.

Efectivos de la Policía Local identificaron a Lucía Muñoz, que para este miércoles acompañará a María y Ramón a asuntos sociales para seguir con los trámites en busca de una solución a su drama habitacional. Mientras tanto, se sucedían las conversaciones por teléfono y WhatshApp con concejales y alcaldía en busca de otra opción para la familia desahuciada. Finalmente María y Ramón cogieron un carrito de bebé cargado con sus últimas pertenencias y salieron por un camino lateral del parque. Los camiones de Emaya se iban llenando de sus pertenencias y de la de Carmen, una mujer que vivía allí junto con su hijo y su nieto hasta el pasado lunes, día de Reyes, que decidió marcharse.

María murmura: «Yo a lo único que tengo miedo es a que me quiten a los niños». Limpia casas sin contrato y vende en el mercadillo, mientras su marido ejerce de afilador con su moto, uno de los últimos de su estirpe.

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