A punto de cumplirse tres semanas de la DANA que ha borrado del mapa buena parte de Valencia y con los políticos de Baleares enfrascados en dibujar una isla capaz de resistir (o no) a los embates que nos traerá el cambio climático, echamos la vista atrás imaginando la ciudad que pudo ser y no es.
Sabemos que solo en Palma y Marratxí hay 123.000 personas viviendo en zonas de riesgo de inundación. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Es la consecuencia de un error histórico o la construcción en zonas inundables es inherente a la condición humana? El reputado arquitecto e ingeniero industrial, Carlos García Delgado, nos ayuda a echar la vista atrás y conocer los pormenores de una ciudad que en el siglo XV llegó a ser lamás grande de España y una de las más grandes del Mediterráneo.
Las ciudades antes crecían de una manera natural. Los asentamientos más antiguos siempre se hacían en zonas fértiles (principalmente en las proximidades de zonas húmedas) o bien en zonas elevadas, idóneas para la defensa.
Palma, muy probablemente por su situación geoestatégica en el Mediterráneo es uno de esos asentamientos que nacieron en las zonas altas de Mallorca. «En el siglo IX o X la ciudad solo era la parte alta (lo que es la zona de la catedral), pero luego fue creciendo hacia abajo por la atracción de la parte marinera en la zona de la Lonja.
Las calles Apuntadors, Sant Pere y Sant Magí conectaron con el puerto de Porto Pi, que era entonces la zona portuaria, porque en el puerto de Palma no había suficiente profundidad. De hecho Porto Pi fue el primer puerto de la ciudad, ya en la época de los romanos», explica García Delgado.
El experto recuerda que visualmente la zona alta y la zona baja de la Palma antigua estaban separadas por un pequeño barranco situado en el lugar que ahora ocupan las escaleras que conectan la Rambla con la Plaça Major. Las calles que originariamente unían la ciudad con el puerto quedaron cortadas unas de otras cuando se construyeron las murallas.
El mayor crecimiento de la ciudad antigua se produjo con la dominación musulmana. «Palma creció y adquirió un gran tamaño que mantuvo hasta principios del siglo XX. Entre los siglos IX y XII llegó a ser una de las ciudades más grandes del Mediterráneo. Comercialmente era un punto importante y por eso, después de la conquista catalana, fue también un sitio muy rico», dice el arquitecto.
Esa riqueza llevó a la construcción de edificios muy lujosos dando lugar a lo que ahora conocemos como la Palma Señorial. «Mucha gente piensa que Mallorca en aquél entonces era una islita sin demasiada importancia pero ya era un territorio muy importante, económica, comercial y culturalmente. Todo lo que está dentro de las actuales Avenidas era ya la ciudad medieval de 1229 en el momento de la conquista catalana. Para que nos hagamos una idea del tamaño, no había otras ciudades de esta dimensión en el país. Palma, Córdoba, Sevilla, Granada y Toledo eran las más grandes de España», dice Carlos García Delgado.
El experto afirma que «Palma era cuatro veces más grande que Barcelona cuando los catalanes conquistaron la Isla y lo fue hasta el siglo XIX, momento en el que se tiraron las murallas».
Las inundaciones ya se producían entonces. El torrente de sa Riera cruzaba el centro de la ciudad. Su lecho recorría la Rambla, la calle Unió y la PLaça del Mercat hasta desembocar en el mar. Pero solo una inundación se grabó a fuego en la memoria colectiva: la de la noche del 14 de octubre del año 1403. Aquella tragedia da una idea clara del poder de la naturaleza, pero también de la dimensión de la capital balear. Murieron más de 4.000 personas, una cuarta parte de los ciudadanos de Palma.
En contra de la teoría más extendida, Carlos García Delgado es de la opinión de que lo que más contribuyó al desastre no fue el trazado de la riera en sí mismo sino la puerta que cerraba la muralla medieval. «Esta muralla iba por donde ahora está el edificio de la Misericordia, en el inicio de la Rambla y de hecho en el aparcamiento que hay allí aún hay un resto de ella».
«La muralla medieval estaba formada por una pared vertical con torres, sin grandes aberturas. No hablamos de la muralla renacentista, pensada para resistir a las bombas y la artillería. Esta muralla era muy diferente. Estaba en una vaguada porque por allí entraba la Riera que recorría la Vía Roma. La puerta que la cerraba se llamaba ‘la corredera’ porque tenía una verja que se cerraba de noche. Esa verja fue la que se taponó con las ramas y restos que había arrastrado el agua el día de la tragedia», explica.
«El torrente arrastró de todo, la reja actuó como un tapón y se formó un embalse enorme por la parte de fuera de la ciudad que llegaría a lo que ahora es la plaza del Tubo. La pared, por el agua acumulada, llegó a tener una presión hidrostática de ocho metros de altura y la muralla, que no estaba preparada para aguantar esa presión, se rompió. Cayó un tsunami sobre la ciudad baja y el barrio que había entre San Jaime y la calle Unió fue barrido de forma brutal. Las puertas del convento del Carmen aparecieron sobre el mar», relata el arquitecto e ingeniero.
La dimensión de la catástrofe fue tan grande que la ciudad decidió desviar el cauce de la riera hasta el lugar que ocupa ahora. «Antes ya había habido inundaciones, porque el Rey Jaume II, antes de la fatídica noche de octubre de 1403, ya había dicho que había que desviar el cauce, cosa que no se hizo hasta dos siglos después de aquél desastre que quedó en la memoria colectiva. En aquél momento la ciudad tenía unos 20.000 habitantes lo que significa que en la riada murió una cuarta parte de la población», reflexiona el experto. Opina que «la gente no termina de entender qué es lo que paso, que un torrente aparentemente tan inofensivo se desborde no explica en sí mismo que murieran más de 4.000 personas en una noche. En el libro Raíces de Palma, relatamos cómo ocurrió.
¿Aquella tragedia se habría evitado si no existiera la ciudad baja? La respuesta lógica es que sí. Pero describir cómo habría sido la ciudad si en un momento dado no se hubiera decidido construir viviendas cruzando la riera es «ciencia ficción», dice Carlos García Delgado.
«No tenemos ni idea de qué hubiera pasado. Seguramente se habría hecho más grande por la parte alta, pero en la época en la que se construyó la ciudad no había tantas riadas y sobretodo no eran tan virulentas, porque el suelo era mucho más absorbente. Ahora todo está asfaltado y eso es lo más peligroso», añade.