Pere Garau es uno de los puntos calientes del mapa palmesano. El barrio más poblado de la capital mallorquina, con cerca de 30.000 personas instaladas en sus 68'2 hectáreas y un crisol de nacionalidades y culturas mezclados en un buen puñado de manzanas, muchas son las peticiones de un colectivo vecinal en el que el peso de la inmigración ha hecho que solidifiquen entidades vinculadas a esos grupos, como ACHINIB o Flipau amb Pere Garau.
Su proximidad respecto al centro de Palma, la reforma de Nuredunna o la Plaça de les Columnes y el devenir del mercado inmobiliario han servido para agravar un problema anclado en ese rincón de la ciudad. La gentrificación se va haciendo paso en Pere Garau, donde otro fenómeno vinculado a la vivienda como el de la okupación también preocupa a un vecindario cuya población originaria ha variado radicalmente su perfil. La expulsión de los residentes para dar entrada a nuevos propietarios, cada vez más extranjeros con alto poder adquisitivo, está al orden del día.
Entre las reclamaciones de los colectivos vecinales y la gente de la calle hay algunas a nivel de infraestructuras educativas, como la ausencia de un instituto o la demanda de una escoleta pública, toda vez que a nivel de educación infantil y primaria, el barrio y su perímetro están perfectamente cubiertos por varios centros de enseñanza. Una cuenta pendiente saldada recientemente por Cort fue la apertura de una biblioteca pública, en plena Plaça Pere Garau y a la que da nombre Encarnació Viñas, la docente que dejó una huella imborrable en el barrio y que cuenta con un pequeño monumento cercano a la plaza.
Un escenario emblemático del barrio son los antiguos Multicines Metropolitan, cerrados desde hace años y a los que, tras años de espera, se les dará un nuevo uso tras activar el Ajuntament de Palma la compra de ese espacio para dar cobijo a un centro de salud que se ha quedado pequeño para el volumen de pacientes que maneja y que lo han saturado por momentos.
A nivel de transporte, es un barrio bien conectado por varias líneas de la EMT, mientras que en materia de limpieza, la presencia del mercado hace que la labor de Emaya sea permanente. Del emblemático servicio que preside la plaza principal, los vecinos se quejan de la separación de la oferta tras la pandemia; unos días hay fruta y verdura y otros se oferta ropa y demás objetos del hogar, aunque por separado, lo que ha hecho que muchos visitantes habituales llegados de otros lugares de Palma ya no se desplacen a propósito para comprar en el mercado. En su entorno, algunos negocios tradicionales o de toda la vida han sido desplazados por otros perfiles más adaptados a la realidad habitacional del barrio.
La petición de más espacios públicos y zonas verdes o puntos de encuentro para los jóvenes del barrio, que se desplazan por ello al Parc de ses Estacions, están también sobre la mesa, sin dejar de lado otro asunto extendido a lo largo y ancho de Palma como es el invicismo, que se ceba con el mobiliario urbano y genera malestar entre quienes viven y aprecian un barrio inmenso y con historia como Pere Garau, uno de los primeros nexos entre el centro y la periferia más próxima.