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Los restauradores de Santa Catalina tienden la mano a los vecinos

La patronal reconoce que «se deberían haber puesto límites a las licencias en Fàbrica» y defiende «a los que lo hacen bien»

Tomeu Mas, presidente de la Asociación de Restauración y Ocio de Santa Catalina | G.M.

| Palma |

Los restauradores de Santa Catalina tienden la mano a los vecinos, después de años de confrontación y problemas de convivencia. «En la calle Fàbrica falló la limitación de licencias», reconoce Tomeu Mas, presidente de la Asociación de Restauración y Ocio de Santa Catalina. Una avalancha de aperturas en pocos años que transformó el barrio y trastocó la vida vecinal. Después de todo, Tomeu Mas regentó durante treinta años Sa Llimona, en Sant Magí. «La pandemia fue la puntilla», cuenta Mas, que traspasó el negocio y conoce perfectamente las cuitas de empresarios y vecinos.

Ahora, Mas muestra su talante negociador y admite que para mejorar el barrio hay que sentarse con los vecinos. «Tenemos que sentarnos a la mesa para mejorar las cosas, para reconciliarnos. Podemos entender algunos puntos de sus quejas. Por ejemplo, nosotros creemos que hay una batalla que librar en el tema de las licencias», dice el portavoz del gremio. Y advierte que «tenemos locales con licencia de café o restaurante que tienen amenización musical y actúan como pub. Supone una competencia desleal para el que sí cumple con la normativa».

De esta manera, «no cumplen con las medidas para la limitación de ruido de la música, no cuentan con doble puerta, control de accesos, el tipo de clientela es diferente, dejan las puertas abiertas... Tenemos que denunciar al que no lo hace bien».

Mas señaló que «empresarios y vecinos tenemos muchos puntos en común y en las distancias cortas nuestra relación es buena». Además, señala que tienen reivindicaciones comunes como el futuro párking de la plaza Progreso. En total en el barrio hay un centenar de establecimientos dedicados al ocio y la restauración, que dan trabajo a un millar de empleados.

El punto en el que todo cambió fue la llegada del eje cívico, en 2010. «No se tuvo en cuenta que todos los locales se iban a usar solo para restauración, se tenían que haber puesto límites». Aún así, afirma que en Fàbrica «solo hay una licencia de bar de copas y las cafeterías y restaurantes del eje cívico cumple». Mientras tanto, asegura que «los bares de copas reciben inspecciones continuas de la Patrulla Verde», aunque reconoce que hay problemas «con la gente de fuera del local».

Afirma que el problema está sobre todo en Sant Magí, «donde hay supermarkets que dan de comer y beber alcohol a cualquier hora, Los clientes lo dejan todo por ahí tirado». Las asociaciones profesionales «estamos para salvaguardar los intereses de los que lo hace bien. Si hay alguien que lo hace mal no lo vamos a defender», recalca. Mas cree que la reforma del Passeig Marítim supondrá «un subidón de calidad» cuya onda expansiva alcanzará Santa Catalina, «donde ya hay muy buenos restaurantes», afirma con rotundidad.

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