Vocación de servicio, industrial, pero también un barrio que mira hacia el mar. El Coll d'en Rabassa mantiene un núcleo duro de la población de toda la vida que comparte existencia con los muchos y nuevos vecinos llegados a lo largo de las últimas décadas a una zona cuyo crecimiento demográfico y urbanístico no ha ido acompañado de un desarrollo paralelo de las infraestructuras básicas. En buena parte ahí se centran las reclamaciones del colectivo vecinal hacia el Ajuntament de Palma, con el que la relación es fluida gracias a la experiencia de sus dirigentes.
Es el caso de Joan Forteza, histórico activista que preside la Associació Veïnal del Coll d'en Rabassa, que cuenta con 768 socios «inscritos y con cuota», apunta el dirigente de una de las entidades más numerosas del municipio. A la vez, señala ese crecimiento demográfico, con una población residente y censada de unas 14.000 personas en un espacio limitado por el mar, la autopista del aeropuerto, el Torrent Gros y es Carnatge.
Y cuyo peso a nivel de servicios e industria queda patente con la presencia en ese radio de acción de Mercapalma, Ca Na Paulina, FAN, los depósitos de CLH o las cocheras de la EMT, las oficinas de Endesa, el Hospital Sant Joan de Déu, Durán... Incluso clubes deportivos que son referentes a nivel balear y nacional, como el Xelska o el Collerense. «Son empresas importantes y cada día viene mucha gente a trabajar que convive con el barrio de una forma u otra», explica Forteza, quien señala en este punto una consecuencia directa de todo ello.
Porque los problemas de movilidad están al orden del día, con accesos saturados, falta de aparcamiento -en especial en las calles del núcleo original, con aceras estrechas- y minutos de espera para acceder al Coll, que ha visto crecer otros dos espacios residenciales orientados hacia el mar como Cala Gamba o Ciutat Jardí, donde el caravanismo se ha sumado al peso poblacional habitual.
Las altas velocidades y el incivismo no escapan al día a día del Coll d'en Rabassa, donde la presencia del Policía de Barrio resulta insuficiente y muchos residentes o visitantes no depositan los residuos cuando, donde y como toca, generando molestias que se extienden a agresiones contra el mobiliario urbano.
Denuncian los vecinos que algunos de esos servicios, como el de limpieza o seguridad (Emaya y Policía Local) han decrecido y se han derivado hacia zonas como la Playa de Palma. «Las calles están más sucias algunos días, se reduce la frecuencia de recogiuda de residuos... se prioriza el servicio al visitante antes que al residente, que es el que paga los impuestos», lamenta Joan Forteza, que pone sobre la mesa otro asunto caliente.
Porque al igual que en otros barrios vecinos como el Molinar, los autobuses llenos procedentes de Playa de Palma hacen reclamar a la EMT más frecuencias por la ubicación del recorrido de las líneas que unen esos puntos con Palma, más todavía en la temporada estival, cuando los turistas se suman a los usuarios habituales.
El abandono de es Carnatge es otra situación que apuntan. Allí solicitan mantenimiento de la fauna y flora, limpieza y vigilancia policial, «es una ANEI abandonada», denuncia Forteza, que no muy lejos reclama un plan de seguridad para el parque de Torre d'en Pau, más después de que las actividades de las fiestas vecinales programadas allí fueras tumbadas por el Ajuntament de Palma «por motivos de seguridad y sólo tener una puerta de acceso». Por ello, piden «que se rehabilite o se cierre, si es que no es un espacio seguro», prosigue.
Dentro del capítulo de infraestructuras, el mal estado de las aceras, levantadas por la raíces en varias zonas del barrio, la falta de mantenimiento del arbolado, donde crece la vegetación sin control, y los cortes de agua que sufren a consecuencia de averías o roturas de tuberías de una red antigua, molestan a los vecinos, de la misma manera que el habitual ruido generado por el despegue y aterrizaje de los aviones en el aeropuerto, parte del paisaje del Coll, Cala Gamba, es Carnatge o Ciutat Jardí y del Pla de Sant Jordi en general.
La lista de peticiones de la Associació Veïnal del Coll d'en Rabassa pasa también por ejecutar el proyecto de la depuradora, instalar una estación de BiciPalma, además de la citada rehabilitación de Torre d'en Pau para hacer de ello un espacio más seguro y la atención sobre el espacio natural de es Carnatge. Regular el uso de la rampa de Sant Joan de Déu, al final de Cala Gamba, donde la actividad motonáutica molesta a vecinos y visitantes, aumentar las frecuencias estivales de la EMT, la reclamada Escoleta de 0 a 3 años y un instituto son otras peticiones del colectivo vecinal, que dispone, eso sí, de tres centros educativos, su Casal de Barri y biblioteca, un polideportivo y campo de fútbol y un centro de salud que, denuncian, se ha quedado viejo y saturado por el crecimiento demográfico de la zona.