Se percibe una «calma tensa» por las calles de La Soledad, una barriada en la que «apenas queda gente mayor de toda la vida» y en la que la esencia que la definió durante décadas «se ha perdido, a excepción de algunas cosas como la Cofradía». Tres vecinos, que prefieren mantenerse en el anonimato, y que representan diferentes perfiles de filiación con esa zona de Palma, comparten con Última Hora sus impresiones sobre la realidad del barrio días después de la 'Operación Jaque Mate'. «Hace 30 años que nos dijeron que esto iba a cambiar... pero si lo hace es a un ritmo muy lento», apostillan.
«A veces, es verdad que ni notamos si pasan cosas así», apunta una de ellas, a lo que apostilla otro que «lo percibimos por la presencia del helicóptero». Lo que sí comparten es la sensación de impunidad con la que se manejan los clanes y quienes tienen las riendas del negocio de la droga, «una enfermedad crónica» en ese rincón que surgió dentro de una zona periférica rural y en el que, internamente, se pueden diferenciar varios espacios «por la limpieza y el ambiente que se respira en las calles», asegura la tercera persona que accede a trasladar sus vivencias.
«La droga es la que tiene el poder en La Soledad», coinciden, a la vez que admiten que resulta «raro» ver a la Policía Local y apenas tienen noticias del Policía de Barrio. «Sólo aparece por aquí la Policía Nacional», refiere, destacando una inseguridad que se centra en la presencia «de drogadictos por el barrio, que no son de aquí y pueden resultar peligrosos». En ese aspecto, han trasladado en diferentes etapas sus quejas al Ajuntament de Palma, señalando que «los únicos que nos han hecho caso, por ahora, y se han preocupado más que el resto son los de Vox», coinciden en su totalidad los presentes. «Al resto, no les hemos visto», señala uno de ellos.
Lamentan que «no existe la vida de años atrás, en sentimiento de barrio, la gente que salía por las tardes y las noches, que daba vida a las calles...». Las nuevas generaciones «se han marchado, porque no es fácil vivir aquí», relatando episodios de ruido «y coches a toda velocidad por calles estrechas...». Esa sensación la plasman hecho como el haber perdido las fiestas vecinales y el hecho de que apenas ves a los vecinos de toda la vida pisando la plaza o los lugares emblemáticos, a excepción del centro sociocultural «y por las mañanas».
El deterioro progresivo de la parte oeste de la barriada y de algunos puntos «en manos de esos clanes gitanos» resulta evidente para el vecindario, además de la «oportunidad perdida» con Can Ribas. «Empezó con fuerza, pero ahora está abandonado. Es una pena no haber aprovechado ese espacio para crear un mercado o un punto de encuentro social», lamentan, desesperados ante la «falta de respuestas y de empatía por parte del Ajuntament de Palma». Y de Emaya, «a la que por una parte del barrio ni la ven pasar...», aseguran decepcionados con el servicio de la empresa. «Un desastre, en dos palabras... Apareció un perro muerto y quemado en un solar y se fueron pasando la pelota unos a otros, por ponerte un ejemplo de cómo funcionan las cosas», recuerdan a modo de anécdota.
Ahí, remarcan que Cort «sólo se ha preocupado del Nou Llevant y de invertir allí, y han dejado a La Soledad como un cubo de mierda, abandonada a su suerte», asegura la más veterana de los vecinos, una habitante de toda la vida que ha sido testigo de «muchos cambios; a mejor y a peor, pues va por etapas. En algunos momentos ves que hay alguna pequeña mejora, pero enseguida vuelves a la andadas y quienes hacen daño al barrio lo estropean todo», asegura, ante el asentimiento de los demás, a los que se añade un cuarto vecino, que recuerda de nuevo «el peligro de las altas velocidades y la falta de respeto a todo, el incivismo» que les toda soportar.
«Llamas a la Policía Local, te dicen que vendrán y no les ves...», denuncian, lo que para ellos plasma claramente «que el Ajuntament de Palma nos ha abandonado», aunque quieren remarcar que, estos días, todavía reciente la 'Operación Jaque Mate', «estamos más tranquilos, porque la redada ha sido hace poco y no hay drogadictos rondando por aquí, pero son ciclos», explica una de las residentes en ese rincón de Palma tan castigado y mediatizado por la droga y los clanes que la controlan.
Si tuvieran que hacerle una petición al alcalde de Palma, este grupo de vecinos de La Soledad, que por precaución prefiere no hacer pública su identidad, aunque sí su testimonio, a través del cual reclaman «más inversión pública, limpieza y sacar del barrio a la gente tóxica. Que se acuerden de nosotros como lo hacen con el Nou Llevant, que está a dos manzanas de aquí, somos también ciudadanos de Palma», concluyen.