El Grupo Tragaluz que ha impulsado las obras de la terraza de Es Baluard Museu paralizadas desde hace una semana al considerarse «manifiestamente ilegales» por Cort, da su versión de los hechos. «Si tenemos que cambiar lo haremos, nos piden modificaciones puntuales del proyecto anterior», explica el cofundador de la empresa de restauración, Tomás Tarruella.
La propiedad defiende que su actuación es profesional y respetuosa y señala que su intención es subsanar los errores. El principal fallo detectado, explica Tarruella, es que «hemos hecho muritos de tierra prensada de Mallorca, que se desmontan en 15 minutos, y nos dicen que es un punto que no estaba bien especificado en el proyecto inicial y lo modificaremos».
El empresario recuerda que el elemento protegido en este espacio es la muralla renacentista, ciertamente declarada Bien de Interés Cultural y «no la hemos tocado, hemos arreglado los desperfectos que había causado el anterior negocio», se defiende.
Respecto a la paralización de las obras, «intentaremos retomarlas lo antes posible, con la voluntad de llegar a consensos, porque implica dinero y gente que está allí trabajando», señala. Al fin y al cabo, «la intención es arreglarlo, corregirlo y volverlo a presentar». El directivo de Tragaluz (empresa con sede en Barcelona pese a que ya tiene un negocio en Mallorca) valora venir a la Isla, a presentar el proyecto en público «y que todo el mundo lo vea», porque «lo que se ha dicho no es en absoluto lo que hemos intentado», señala. «De repente se ha vuelto todo muy hostil pero por desconocimiento de nuestro proyecto».
«No somos un ‘beach club'»
Tarruella defiende que su empresa tiene muchas iniciativas en marcha y «siempre hemos sido respetuosos donde montamos algo. Trabajamos con arquitectos y diseñadores que hacen las cosas bien», argumenta. Alega también que su idea de cafetería-restaurante es diferente a la del establecimiento anterior que «tenía problemas porque cerraba tarde y servía copas» y cree que el nuevo concepto «aligera» lo que había antes.
El Grupo Tragaluz se interesó en esta oferta al ver que era un museo el que lo sacaba a concurso. «Nos resultó interesante porque nos encanta el arte y queríamos complementar la oferta con un restaurante-bar igual que hacen en muchos otros lugares, como el MoMa de Nueva York».
«Es Baluard Museu hizo el concurso pensando en su usuario, alguien que se interesa por la colección y que después se queda allí a tomar algo», prosigue Tomás Tarruella. «No somos un beach club ni tiramos champán por la cabeza. Esto no es elitista», defiende.
El empresario se muestra sorprendido de que su proyecto haya derivado a este concepto porque «asusta», dice, «yo también lo entiendo». Sin embargo niega que se vaya a hacer ninguna piscina, «hay una pieza que es un punto de agua con 15 cm de alto que, como hace calor, da la sensación de frescor», explica.
Éste es precisamente, otro de los puntos conflictivos pues en el suelo de la parte de atrás se han hecho agujeros para pasar tuberías al subsuelo, lo que tampoco estaría permitido. Tarruella defiende la profesionalidad del proyecto, «hemos hecho todos los planos; trabajamos con la mejor interiorista, Sandra Tarruella, que es mi hermana y ha ganado numerosos premios; con paisajistas muy respetuosos; arquitectos como Antoni Esteva...», enumera.
Apertura en primavera
En caso de poder continuar en breve con las obras, el Grupo Tragaluz espera inaugurar la cafetería restaurante de Es Baluard Museu la próxima primavera. En el exterior, «teníamos consensuado poner arte», desvela. Y frente a las críticas de ARCA que piden liberar todo el espacio al público general, defiende que el mirador seguirá abierto para todo el mundo, con el plus de que «puedan sentarse a tomar algo», añade.