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Por qué Palma celebra su fiesta mayor en invierno

La lluvia muchas veces 'visita' la celebración principal en Palma. El tiempo frío y desapacible no son excusa para algunos. Imagen de archivo de una anterior celebración de la 'revetla'. | Pere Bergas

| Palma |

Cuando el COVID lo permitía el Ajuntament de Palma organizaba numerosos conciertos para pasar la revetla de Sant Sebastià en buena compañía. En más de una ocasión la fiesta terminó prematuramente, por influencia de un chubasco desmedido o una ventolera poco oportuna. En esos momentos siempre hubo alguien que lamentara la idea de celebrar al patrón de la capital balear en pleno mes de enero. ¿Cuál es el motivo de que la fiesta mayor de Palma se organice en invierno?

El día grande de Palma hace referencia a Sant Sebastià, a quien tradicionalmente se le representa atravesado por múltiples flechas repartidas por todo el cuerpo. ¿Quién fue este personaje histórico que vivió en los tiempos primigenios del cristianismo? Se le conoce como un mártir tradicionalmente considerado soldado de la guardia imperial del emperador Diocleciano, convertido al cristianismo y martirizado durante la Gran Persecución. Muy conocido por su martirio, atravesado con numerosas saetas, Sebastià se convirtió en uno de los santos preferidos del Renacimiento, donde muchos autores lo concibieron con el aspecto de un joven, a veces con rasgos femeninos. Su festividad se conmemora el 20 de enero en las iglesias occidentales, y el 18 de diciembre en las orientales.

La historia del arte mallorquina cuenta con numerosas representaciones del santo. Para empezar el Ajuntament de Palma tiene en propiedad un cuadro del autor Anton van Dyck, que refleja la persecución con motivo de su fe y le llevó a morir ajusticiado por un pelotón mauritano del ejército imperial de Roma. Pero Sebastià no fue siempre el patrón de Palma. ¿A raíz de qué hechos se deriva su protagonismo?

El cuadro de Sant Sebastià de Cort es presentado ante la ciudadanía en ocasiones especiales. Foto: J.Lladó.

La vida abierta al mundo de Palma, a través del comercio de su puerto marítimo, implicó que periódicamente la población local tuviera que lidiar con pestes y epidemias que viajaban junto a los navegantes y sus mercancías. Ya en este anterior artículo analizamos la red de lazaretos en las Islas, algo así como los primeros hoteles COVID de la historia. Su legado y su importancia eran capitales. Al respecto cuentan las crónicas de la época que una peste muy virulenta acometió Palma en el siglo XVI. La casualidad, o tal vez la providencia, quisieron que coincidiendo con ese episodio penoso atracara en el muelle un barco de caballeros de la orden de San Juan de Rodas. Con ellos portaban, según afirmaron, un poderoso recurso: un brazo de Sant Sebastià.

Sea como fuere, con reliquia o sin ella, la peste concedió un respiro y Palma dio por hecho que la mejoría la había propiciado el santo mediante su extremidad martirizada. Los caballeros quisieron regresar a su casa, pero una fuerte tormenta impidió en varias ocasiones que zarparan. Muchos lo intepretaron como una nueva señal y en consecuencia la reliquia del santo se quedó para siempre en Mallorca, depositada en La Seu.

La tradición popular y el imaginario colectivo siguieron dando pábulo a aquella historia fantástica, y tiempo después la Santa Sede concedió que Palma rindiera tributo a Sant Sebastià como patrón, en pago por su ayuda. Era el año 1634. Para llegar a una expresión similar de la fiesta de Sant Sebastià a la que ha llegado hasta nuestros días debemos remontarnos hasta el siglo XIX, donde los historiadores locales referencian los primeros foguerons, probablemente por influencia de la cercana celebración de Sant Antoni, considerada la principal fiesta popular del invierno mallorquín.

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