La road movie del cineasta Oliver Laxe, Sirat, invita a seguir los pasos de Luis (Sergi López) en busca de su hija desaparecida, hasta el punto de llegar a una rave perdida en las montañas del sur de Marruecos. Lo que empieza como un sencillo drama acaba convirtiéndose en un viaje introspectivo marcado por el ritmo de la música electrónica. «Su origen abstracto permite llevar el sonido a una dimensión más trascendental», señala el autor sobre uno de los aspectos más destacados del filme junto a la fotografía. Una odisea por el desierto que ya ha fascinado a miles de espectadores, convirtiendo la película premiada por el jurado del Festival de Cannes en todo un éxito de taquilla. El director gallego hace un hueco en su intensísima agenda de promoción para conversar por teléfono sobre misticismo, techno e Islam.
Ya podemos hablar de una 'olivermanía' o 'siratismo'. ¿Cómo interpretas este éxito? ¿Hay en la sociedad un anhelo latente por recuperar la espiritualidad?
No me doy tanta cuenta porque creo que mi discurso es normal, pero sí que me sorprende cuando me envían memes de mí [ríe]. Me parecen una terapia. Por un lado, considero que tenemos los labios secos, en general, y que sí hay ese anhelo que apuntas. Como seres humanos, en términos históricos, nos despiritualizamos ayer porque llevamos cientos de miles de años haciendo ritos y ceremonias, trascendiendo. Sí que hay un desencantamiento, pero también una energía para reencantar el mundo. Aun así, al mismo tiempo noto la energía opuesta. Dentro de esa evasión percibo que lo que digo irrita a muchos. No quieren saber nada del ego, el alma, el espíritu o la trascendencia. Es una manera que tiene el ego de defenderse. Con los años he logrado ser menos arrogante a la hora de trasladar mi visión del mundo y creo que se nota que soy honesto. Que la gente siente verdad.
¿Temes que la fama se apodere de ti?
Estoy cero preocupado porque llevo muchos años preparándome; a otras escalas he tenido éxito desde los 25 años con mis películas, presentadas en Cannes. He tenido altos y bajos, y la vida se ha encargado de ponerme en mi sitio. Ahora estoy en un punto de madurez fuerte, sobre todo de enraizamiento. Sigo con las asambleas de la Asociación Ser, que tenemos en Ancares, y mi anhelo por estar tranquilito en mi casa en la montaña de Lugo sigue intacto. Quiero abandonarme para ver qué quiere la vida. La fama me excita cero. Se me abren muchas puertas para trabajar con los actores o el presupuesto que quiera, pero a otro nivel ya tenía eso. De alguna manera todo esto me lo esperaba. No estoy sorprendido. No esperaba tanta conexión con el público, pero sí que fuera una voz seria y coherente en la cinematografía europea. Tenía confianza y me veía capacitado.
'Sirat' se hizo con la intención de llegar a mucho más público.
Siempre lo he intentado y nunca me he conformado. Mi primera película, Todos vós sodes capitáns, dio la vuelta al mundo. Escribieron sobre ella en The New Yorker, Libération, Le Monde. Siempre he tenido el respaldo de la crítica en mis primeras pelis, pero no estaba contento. En este momento el artista no puede vivir ensimismado y lo potente del cine es su carácter popular. Hasta ahora quizás no tenía la experiencia o el dinero para hacer mis pelis y no era capaz de venderlas. He ganado la confianza de mis financiadores con el trabajo hecho, y por eso veo normal que haya tardado más tiempo en llegar aquí, pero mi vocación es de servicio, de pensar en el público y no tanto en si tengo más o menos espectadores. Anhelo contactar. Me gusta la pedagogía de la transmisión. Hay obras de arte que me han ayudado y calentado el alma, sobre todo en un momento de tanta sequedad, aridez y falta de referentes.
Suelo recordar que Salvador Pániker veía el misticismo como un lenguaje universal que permite salir de ideologías y creencias. ¿La música techno y el ambient serían la banda sonora?
Qué bonito. La música es un arte que va al hemisferio emocional y no pasa tanto por el cognitivo, así que de alguna manera alude a lo más profundo del ser humano. Por eso tiene éxito y nos hace felices. Conecta con nuestro ser. Veo que hay vasos comunicantes entre la electrónica y la música popular; el beat tiene algo de percusión, de latido. En todos los ceremoniales musicales del mundo hay una vocación por la catarsis humana, por mirar adentro. El trance. Y una pista de baile contemporánea es ideal para eso. Desgraciadamente, todo lo sagrado tiene una vertiente más lúdico-recreativa, como pasa con el arte o las drogas. Se declina más hacia la evasión y no a la conexión. La música electrónica a muchos les deja fríos porque no tiene la calidez de venir de un instrumento orgánico, como la madera, la cuerda o la voz humana, pero que su origen sea abstracto permite llevar el sonido a una dimensión más trascendental. La posibilidad de evocar cómo suena el universo, esa inteligencia creativa que está detrás de todas las cosas que algunos llaman dios o vida. Es lo que hemos intentado con Kangding Ray. Hay unos planos en los que nos metemos dentro de los altavoces, buscando el sonido original. La electrónica puede parecerse mucho a la música sagrada. Ahí está el estilo drone, que es tonal.
La vacuidad del desierto muestra lo que realmente somos al despojarnos de nuestras creencias: nada. Y el paisaje es un personaje fundamental en 'Sirat'. ¿Qué relación tienes con este medio que «da quitando»?
Al decir que no somos nada no somos pesimistas: el estado maduro del ser humano es ser un cero. Y la vida tiene mecanismos para recordárnoslos. La naturaleza, que no es un marco bonito, te pone a prueba. Viví diez años en Marruecos, pero soy más de montaña. Siempre me ha tocado porque allí no hay flora, es más herido, notas el paso del tiempo y sientes la creación del planeta y tu pequeñez. Para mí es una meditación que te recoloca en tu sitio. A nivel simbólico, la película es un vaciado. Es el ser humano bajo un cielo duro y protector al mismo tiempo, que llega al final sin ego. En el desierto no te puedes esconder porque no hay rocas ni árboles; tienes que mirar hacia adentro. Por eso no es casual que muchas tradiciones espirituales nacieran en el desierto. Me gusta mucho la frase «el desierto te da quitando» porque resume la película. El camino, como la vida, no te da lo que buscas, te da lo que necesitas. Para mí es la clave para entender todo esto, aunque sea duro de aceptar.
El Islam hoy está muy mal visto en Occidente, pero intuyo que al mostrarlo en tus películas lo haces pensado en el sufismo, que es la corriente mística. ¿Qué relación tienes con esta religión?
Toda religión es un equilibrio entre exoterismo y esoterismo. Y el sufismo sería un Islam equilibrado. No es solo formas y código penal; es eso y el amor, el interior. Es el problema que han tenido la mayoría de religiones en el mundo, como el cristianismo, que se han vuelto más materialistas. Se han ido desproveyendo del esoterismo, del lado sutil y frágil. El corazón se ha ido pudriendo y ha dejado de latir. Soy más de religar y ver los vasos comunicantes que hay entre las religiones y, desde luego, aunque a muchos les pese o irrite, entre España y Marruecos hay más vasos de los que la gente cree.
«Hace mucho que vivimos el fin del mundo», dice uno de los personajes. Cuando dice eso, sin embargo, algo cambia. Ya no hay un destino ni un hogar al que volver.
Decía Paul Bowles que la diferencia entre turista y viajero es que el primero siempre está pensando en su casa cuando viaja; en realidad no viaja, añadiría. El viajero, en cambio, simplemente no tiene casa. Y eso es importante. He podido viajar mucho y es algo que se evoca. En la secuencia que comentas sientes la madurez de los personajes porque no están escapando. A muchos les sorprenderían las noticias en la radio sobre una guerra, pero ellos lo esperaban, están preparados y saben que viene un reset.
Luis, encarnado por Sergi López, no debe sentirlo igual.
Claro. Es una persona más distraída, narcotizada, que no se trabaja. Cuando no miras adentro, la vida, a través de crisis, te obliga a hacerlo. Y cuanto menos escuchas lo que la vida quiere de ti más dura es la hostia. Pero, ¡vivan las crisis!; nos hacen crecer. La gente de las raves saben vivir sin electricidad, plantar, cazar o reciclar vehículos. De todo. En mi cine no juzgo. No intento criticar ni romantizar. Sirat es una comunión de cicatrices; todos están heridos, y está bien que sea así.
Ibn SidaEstás inspirado, eh?