Los virus suelen perder efectividad con la llegada del buen tiempo y las altas temperaturas y circulan algunas teorías que aseguran que el brote del coronavirus podría frenarse a medida que nos vayamos aproximando al verano y el termómetro comience a subir. De hecho, se ha llegado a asegurar que a 26º-27º de temperatura este virus no resiste.
Sin embargo, estas teoría tiene detractores que argumentan que de ser así la COVID-19 no habría llegado a África ni a otros países que con verano austral, como Australia, o a clima tropicales, como es el caso de Filipinas donde precisamente se produjo el primer fallecido con coronavirus fuera de China.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha pronunciado al respecto y ha asegurado que «según las evidencias hasta ahora, el virus que causa la COVID-19 puede ser transmitido en todas las zonas, incluyendo las áreas con clima cálido y húmedo».
El director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, Michael Ryan, ha declarado que «no se sabe cuál será su comportamiento en diferentes situaciones climáticas» y ha advertido que en estos momentos «es una falsa esperanza decir que el virus desaparecerá» cuando llegue el calor al hemisferio norte.
Dos investigadores del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), que han analizado la evolución de la pandemia hasta el 15 de marzo, sostienen que «nuestros resultados no sugieren de ninguna manera» que el coronavirus no se extenderá en las zonas con climas cálidos y húmedos.
No obstante, precisan que hasta el 15 de marzo el 90 % de las transmisiones de coronavirus se produjeron en zonas con temperaturas que oscilaban entre los 2º y los 17º. Por tanto, aunque los contagios son posibles en las zonas más cálidas, la propagación del virus es más lenta.
Estos investigadores del MIT también apuntan que la humedad es un factor tan importante como el calor. De confirmarse estas teorías, Baleares se vería beneficiada, ya que las temperaturas irán subiendo poco a poco y la humedad es muy elevada en las Islas.
Algunos expertos consideran que el calor puede ayudar a que el virus no se propague con tanta rapidez, pero precisan que se deben tener en cuenta otros factores, tales como el número de movimientos que realicen los ciudadanos. Es decir, si se viaja mucho, especialmente a otros países, los contagios serán más fáciles.
Por su parte, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) sostienen que «aún se desconoce si el tiempo y la temperatura afectarán a la propagación de la COVID-19. Algunos otros virus, como los del resfriado común o de la gripe, se propagan más durante los meses fríos, pero eso no significa que sea imposible enfermarse a causa de uno de esos virus durante otros meses. En estos momentos, no se sabe si la propagación de la COVID-19 se reducirá cuando el tiempo se ponga más cálido».
Por su parte, Marc Lipsitch, profesor de Epidemiología y director del Centro de Dinámica de Enfermedades Transmisibles de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard (Estados Unidos), ha publicado en la web de la Universidad de Harvard que «tenemos razones para esperar que, al igual que como otros betacoronavirus, pueda transmitirse de manera algo más eficiente en invierno que en verano, aunque no conocemos el mecanismo o mecanismos responsables. Se espera que el tamaño del cambio sea modesto, y no lo suficiente como para detener la transmisión por sí solo».En este sentido, sostiene que «el cambio de estación puede ayudar, pero es poco probable que detenga la transmisión».
Algunos expertos -como el asesor científico de Donald Trump, Anthony Fauci,- apuntan que la COVID-19 podría ser una enfermedad estacional, por lo que tendríamos que acostumbrarnos a convivir con ella, igual que pasó con la gripe. Así, aunque se confirmase la teoría que defiende que desaparecerá con el calor, podría volver a aparecer cuando la llega del frío.
El portavoz del comité autonómico del coronavirus en Baleares, el doctor Javier Arranz, considera que aunque se ha hablado en ocasiones del carácter estacional de este virus, precisa que no hay datos definitivos y argumenta que están apareciendo casos en lugares en zonas que no están ahora en invierno.
Por tanto, expone que no sabemos aún cómo afectará el cambio de temperaturas a la evolución del virus. No obstante, matiza que «es cierto, que parece que el número de casos va disminuyendo y podría tener que ver con este cambio de temperaturas, pero realmente en estos momentos no tenemos datos suficientemente evidentes como para poder asegurar que la llegada del verano nos ayude a controlar el virus y, al contrario, la llegada del invierno pueda aumentar los casos».