El pasado 23 de mayo, sobre las 14 horas, Marta Sastre decidió pararse en un conocido local de comida rápida de la Plaza de España de Palma a comer. Cuando quiso entrar al establecimiento, un grupo de jóvenes empezaron a insultarla y la agredieron: «Me llamaron ‘maricón’. Les pregunté si tenían algún problema conmigo y me dijeron que el problema lo iba a tener yo, me empujaron y cuando estaba en el suelo me escupieron y me pegaron patadas», recuerda.
Unos hombres pararon la agresión y los chicos salieron corriendo con sus patinetes eléctricos. Marta decidió denunciar la agresión en ese momento ante los agentes de la Policía Local que vigilan siempre la plaza. Sin embargo, por la tarde, sufrió una crisis de ansiedad «muy fuerte» que la hizo tomar una gran cantidad de lorazepam. «Me fui a Son Espases y comuniqué que quería suicidarme. Me hicieron un lavado de estómago», dice.
Marta es una chica transexual que, desde ese viernes, ha estado arropada por los colectivos Orgullo Crítico y Flama. La agresión física y verbal se suma a la larga lista de episodios desagradables que ha padecido desde que decidió empezar a vestirse y referirse a si misma como mujer. «Nací en Rusia y me adoptó una familia mallorquina de Marratxí. Con seis o siete años empecé a pedirle a mi madre si podía peinarla y pintarle las uñas. Cuando crecí le empecé a coger la ropa y el maquillaje. Mientras era pequeña se vio como un juego de niños, pero cuando entré en la adolescencia me hicieron ver que era algo malo; una especie de perversión sexual», narra.
«La primera vez que tuve sentimientos hacia un hombre fue en un internado de verano. Había un joven al que hacían bastante bullying. Una vez le tiraron un montón de plumas estando en la ducha y abusaron de él. Me pusieron en la misma habitación y sentí ganas de estar con él». Luego empezó las clases de nuevo y se convenció a sí misma de que «había sido una fase». Tuvo su primera relación heterosexual, pero acabó engañando a su pareja con un compañero de su clase. «El chico sufrió una agresión, yo intervine y desde entonces empezaron las burlas sobre que era maricón».
En su casa las cosas tampoco fueron fácil, su familia descubrió que le gustaban los hombres por una carta que había escrito a un chico que le gustaba: «Me dijeron que sería quien quisiera cuando fuera una persona de provecho, esa frase me ha marcado mucho», reconoce. «Decidí esconderme a mi misma para que se calmaran las cosas»; sin embargo, a raíz de la muerte de sus abuelos, Marta comenzó a vestirse distinto y le contó por escrito a sus padres que se sentía mujer. Parte de la familia la acusó de tener una «una enfermedad mental» y le hicieron ir a la consulta de varios psicólogos.
Desde hace un tiempo la relación de Marta con sus padres ha mejorado, aunque otros miembros de la familia siguen sin aceptarla. También ha comenzado el tratamiento hormonal para transicionar: «Esto si que ha traído muchos comentarios despectivos en mi familia, como que estoy yendo en contra de la naturaleza», lamenta. Está estudiando trabajo social: «Tengo miedo de no poder emanciparme económicamente porque en mi ficha pone ‘Marta’ pero luego me llaman y escuchan mi voz y me dicen que ya me llamarán, pero no lo hacen».
Marta da la cara y cuenta su historia para denunciar la transfobia que padecen tanto ella como otras personas del colectivo: «Estoy muy involucrada a nivel de sensibilización. La transfobia es el resultado del machismo, ya que el patriarcado ve lo femenino como algo frágil, débil y que se puede pisar», asegura. También carga contra algunos familiares, que la han «agredido» y ahora «fingen que no ha pasado nada, pero se niegan a llamarme Marta», critica.
MallorquiTodo eso lo ordena la izquierda muy democráticamente; si dentro de un par de años ganan las elecciones los liberales, y anulan todas esas órdenes, ya estarán estos mismos de izquierda diciendo que son decisiones dictatoriales, y fachas y no se qué mas... La doble moral de la izquierda...